Suegra extraña: un conflicto temporal

**Diario de una nuera desconcertada: el conflicto de los horarios**

**Una visita inesperada**

Mi suegra, a la que llamaré Carmen López, siempre ha sido una mujer de carácter. Pero hace poco me sorprendió de tal manera que aún no salgo de mi asombro. Todo empezó cuando viajé al pueblo para visitar a mi marido, que estaba pasando unos días con sus padres. Había pedido un par de días libres no solo para estar con la familia, sino también para trabajar en mi blog. Allí, entre tanta naturaleza, el paisaje era perfecto para el contenido. Tenía planeado grabar vídeos, sacar fotos y publicar entradas, pues no todos los días se tiene la oportunidad de escapar a un lugar tan pintoresco.

Sin embargo, Carmen pareció entender que yo había ido exclusivamente para atenderla. Desde primera hora me llenó de tareas: ayudar en la huerta, limpiar la casa, cocinar para toda la familia. Intenté explicarle que tenía un horario ajustado, pero solo movió la cabeza y suspiró: “Los jóvenes de ahora, siempre con el móvil en la mano”.

**La tensión crece**

Al principio, intenté ser amable. El primer día hasta ayudé a quitar malas hierbas, aunque la jardinería no es lo mío. Las uñas, por supuesto, quedaron hechas un desastre, pero aguanté con una sonrisa. Al día siguiente, Carmen cruzó la línea. Dijo que yo “debía” ayudarla, ya que había ido, y que mi blog era “una tontería, no un trabajo”. ¡Me quedé helada! Mi blog no es solo un pasatiempo, es mi sustento, mi pasión, mi proyecto. Le he dedicado años, y ahora no solo me da dinero, sino también satisfacción.

Intenté hacerle ver que tenía plazos que cumplir, que debía publicar según el calendario. Pero solo me espetó: “¿Plazos? Más te valdría aprender a hacer un buen cocido”. Mi marido, al que llamaré Javier, trató de calmar las aguas, pero no ayudó mucho. Al final, me fui a grabar vídeos al patio trasero para evitar más conflictos.

**La disyuntiva: ¿trabajo o familia?**

Al anochecer, todo empeoró. Carmen se quejó a Javier de que yo “no respetaba a los mayores” y “solo vivía pegada al móvil”. Perdí la paciencia y le dije que no había ido para pasar el día trabajando en la huerta, sino para estar con él y cumplir con mi empleo. Me miró como si hubiera cometido un crimen y murmuró algo sobre “las nueras de ahora”.

Entendí que mi suegra está acostumbrada a otro ritmo. Para ella, el pueblo es huerto, quehaceres, trabajo sin fin. Pero yo no puedo abandonar todo por sus expectativas. Mi blog requiere tiempo y esfuerzo, y no estoy dispuesta a sacrificarlo, ni siquiera por la paz familiar. En ese momento, me sentí fuera de lugar en su casa.

**Una conversación sincera**

Al día siguiente, hablé con Javier. Le expliqué que lo quería y respetaba a su familia, pero que no podía plegarme a las exigencias de Carmen. Él admitió que su madre a veces se pasaba, pero me pidió paciencia. “Solo quiere que formes parte de la familia”, dijo. Le respondí que estaba dispuesta, pero no a costa de mi trabajo ni de mis límites.

Al final, acordamos que la próxima vez marcaría mi horario desde el principio y pediría a mi suegra que no me saturara con tareas. Javier prometió hablar con ella para que entendiera que mi trabajo no eran “juegos de móvil”. Espero que eso evite nuevos roces.

**Reflexiones finales**

Esta visita me hizo pensar en lo difícil que es a veces compaginar familia y profesión. Quizá Carmen no quiso herirme, pero sus expectativas me dolieron. Aprendí que debo defender mejor mis límites, aunque eso genere incomprensión. Mi trabajo es parte de mí, y no renunciaré a él por los ideales ajenos de “la nuera perfecta”.

Ahora planeo mi próximo viaje al pueblo con más cuidado. Hablaré con Javier y Carmen con antelación para que todos estemos en sintonía. Mientras, sigo dedicándome al blog, capturando imágenes bonitas y disfrutando de compartir mi vida con mis seguidores. Quizá, algún día, mi suegra vea uno de mis vídeos y entienda que no es ninguna “tontería”.

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