Mira, te cuento lo que me ha pasado. Hace más de diez años, yo y Carlos nos casamos. Teníamos ya los treinta y tantos, él era director en una gran empresa de Madrid y yo trabajaba en un salón de belleza del centro. Tuvimos dos hijos, yo me tomé la baja por maternidad y después dejé de trabajar. Con el sueldo de Carlos nos iba bien, siempre había plata para todo.
Carlos es todo un ambicioso, pasa mucho tiempo fuera de casa y, cuando puede, se queda con su madre, Doña Pilar. Pilar es una actriz de barrio, le encanta dramatizar cualquier cosa, hasta los trastornos o los berrinches, y lo hace para llamar la atención de su hijo.
Una vez, en una reunión familiar, Doña Pilar me soltó:
Carlos es mío, y da igual que tú seas su mujer. Para él la familia soy yo sola. Tienes que entenderlo, que tú también eres madre. Y, pase lo que pase, siempre debes ayudar a tu marido.
Aquellas palabras se quedaron en mi cabeza. A la mañana siguiente le pedí a Carlos que me explicara qué quería decir su madre. Él intentó justificarla como una broma de mal gusto, pero no me convenció.
Como todo, la felicidad tiene su final. El año pasado, Carlos perdió el empleo y empezó a beber para ahogar su tristeza. Yo volví al salón, a cortar y a maquillar, para poder pagar las facturas.
No perdí la esperanza de que algún día recobrara el sentido y volviera a ser el mismo de antes, pero la cosa no mejoró. La situación siguió empeorando, así que pedí el divorcio y él se fue a vivir con mi madre.
Yo me quedé aliviada, porque ya no tenía que alimentar a otro. Pero, un mes después, Doña Pilar me llamó y me soltó:
¿Te has olvidado de lo que siempre te dije? Tienes que ayudar siempre a tu cónyuge. Mi pensión no alcanza, así que quiero que me envíes cada mes una cantidad para cubrir a Carlos.
¡Vaya descaro! Le contesté que el padre de los niños es quien debe pagar la pensión alimenticia y que yo lo iba a reclamar. Ella, con descaro, respondió que yo era la que había arruinado a su hijo.
Me quedé helada con sus palabras y colgué. Lo curioso es que, aunque todo haya acabado, sigo queriendo a mi ex, pero ya no sé cómo seguir con él en mi vida.
Así que nada, amiga, así van mis peripecias. ¡Un abrazo!







