Se fue con la amante y volvió con dos niños ajenos en brazos

Mira, te voy a contar una historia que me dejó helada. Me la contó una amiga de toda la vida, Carmen, y pasó aquí en España, en un pueblecito de Toledo, de esos donde todo el mundo se entera de todo antes de que te des cuenta.

Carmen y Pablo eran pareja, los dos trabajaban en el mismo hospital de la zona. Ella, pediatra con un corazón enorme; él, un cirujano con mucho futuro. Vivían felices, como dos tortolitos, con dos niños pequeños y su pisito acogedor. Todo iba sobre ruedas, hasta que… bueno, ya sabes cómo son estas cosas.

Resulta que Pablo se lió con una enfermera joven, recién llegada al hospital. Ambición a raudales, y con él siempre en el quirófano, turnos de noche y días enteros juntos. Al final, el pobre perdió la cabeza. Andaba como un cervatillo asustado, sin saber cómo decírselo a Carmen. Pero claro, los cotilleos vuelan, y ella se enteró. Imagínate: un día le dijo basta y lo puso en la calle con sus maletas. “Pues anda, vete con ella, ya verás qué bien te va”, le espetó.

Pablo, desorientado pero sin remedio, se fue a vivir con su nueva novia. Y esta chica no era ninguna tonta: lo tenía bien agarrado. Además, para asegurarse, se quedó embarazada. Pero no de uno, ¡sino de mellizos!

Carmen, mientras, no aguantaba más verlos por el hospital. Así que se buscó otro trabajo en un centro de salud donde nadie supiera de su asunto. Allí se refugió en su trabajo, curando niños y tratando de sanar su propio corazón.

Pero entonces vino la tragedia. La enfermera murió en el parto. Y ahí estaba Pablo, con dos bebés en brazos y sin saber qué hacer. Sin familia, sin ayuda, desesperado. Al quinto día, fue a casa de Carmen. Se quedó en el portal, temblando, con los ojos llenos de lágrimas. Cuando ella abrió la puerta, se le vino abajo de rodillas:

— Perdóname. Fui un idiota. Sálvame. Sálvalos a ellos…

Carmen se quedó callada un buen rato. Pero al final los dejó entrar. A él y a esos niños que no eran suyos. A ese pasado que tanto le había hecho sufrir.

Ahora viven juntos otra vez, los dos y los cuatro niños. Ella es madre otra vez, aunque no sea por sangre. Él parece haberse vuelto viejo de golpe, callado y cabizbajo. ¿Son felices? No lo sé. Pero lo que sí sé es que lo que hizo Carmen es de admirar. Perdonó. No dio la espalda al dolor, ni siquiera al de otros. Y eso, amigo, es tener fuerza de verdad.

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Se fue con la amante y volvió con dos niños ajenos en brazos