Se cuenta que, hace mucho tiempo, en los bosques de la Sierra de Guadarrama, la ardilla Marta encontró a una cría desamparada. Al percatarse de que aquella pequeña no tenía madre ni padre, la acogió, le ofreció comida y, tras tres días de observación, se convenció de que no había familia alguna a la que pudiera volver. Entonces, Marta empezó a cuidar de la huérfana, alimentándola y presentándole a sus propios hijos como si fueran suyos, convirtiéndola en una más de la camada.
La hembra ardilla, singular en su especie, recibía a su compañero, el macho Luis, cuando regresaba cargado de provisiones. Lo saludaba con tiernos besos y suaves caricias, aliviando el cansancio que le producían los largos recorridos en busca de alimento para ella y sus crías. A su vez, Luis mostraba su amor entregándole las más hermosas rosas del claro y los mayores frutos: avellanas y almendras que había hallado.
Marta y Luis formaban una familia ejemplar, pues de sus actos dependía el futuro de la humanidad. Aproximadamente la mitad de las semillas y frutos que enterraban terminaban germinando, convirtiéndose en nuevos arbustos y robles que poblaban el bosque. Si tan solo los hombres aprendieran de esa sabiduría animal, el mundo sería mucho mejor.
Algunos datos curiosos sobre la vida de las ardillas y su “sabiduría familiar”:
– Cuidado de huérfanos. Los investigadores han observado en varias ocasiones que las ardillas hembras adoptan crías abandonadas y las crían como propias, una conducta poco frecuente entre los animales.
– Fundadoras de bosques. Casi la mitad de las nueces y semillas que las ardillas esconden jamás las recuperan; esas provisiones olvidadas germinan y dan origen a nuevos árboles y matorrales, como si sembraran bosques de la nada.
– Gran memoria. Estas criaturas pueden recordar miles de lugares donde han ocultado sus reservas, empleando una memoria espacial y puntos de referencia muy precisos.
– Comunicación del amor. Los machos suelen ofrecer a las hembras las mayores nueces y los frutos más jugosos, una especie de “regalo de amor” que refuerza el vínculo de pareja.
– Cuidado social. Las ardillas se saludan oliéndose, rozándose delicadamente el hocico y lamiéndose el pelaje, gestos que expresan afecto y confianza.
– Papel en el equilibrio natural. Sin las ardillas, los ecosistemas forestales perderían gran parte de su diversidad; ellas dispersan semillas de decenas de especies arbóreas, manteniendo el equilibrio de la naturaleza.
La lección que podemos extraer es clara: la atención a los más débiles, la generosidad al compartir y la capacidad de pensar a futuro son cualidades que forjan familias más sólidas y una sociedad más fuerte. Que nunca se nos olvide la humilde sabiduría de las ardillas del Guadarrama.