¿Realmente construimos una gran casa sin un propósito significativo?

¿De verdad construimos una casa enorme sin ningún propósito?
¿Resulta que levantamos una mansión al aire? bufó la suegra. ¡Pues devuélvanme la mitad de su valor!
Necesito hablar contigo en serio la mujer de pelo corto se sentó frente a Lucía. Antes de que empezaras a salir con mi hijo, hay cosas que debes saber.
La esbelta rubia miró con asombro a su futura cuñada, a quien apenas había visto tres veces en su vida.
Si quieres unirte a esta familia, entiende que lo más importante para Javier son sus padres dijo orgullosa Carmen López. No necesitamos una nuera que quiera dominarlo.
¿Acaso lo domino yo? la interrumpió Lucía.
¡Espera, por favor! Ten un poco de paciencia respondió secamente la mujer.
La joven bajó la mirada al instante, ruborizándose. No quería molestar a la madre de Adrián.
Hacía poco que habían comenzado a salir, y Lucía no se atrevía a confiar aún.
Sí continuó Carmen, tenemos un plan: cuando Javier se case, nos mudaremos todos a una casa que está casi terminada. ¡Viviremos juntos como una gran familia!
¡Qué bien! respondió la chica con una sonrisa forzada.
La mujer, sorprendida, arqueó las cejas. No esperaba que su futura nuera aceptara tan rápido.
Me alegro de que estés de acuerdo. Creo que seremos buenas amigas Carmen guiñó un ojo astutamente.
Y al momento empezó a alabar a Lucía frente a su hijo, destacando lo dulce, inteligente y considerada que era.
Al verlo, la joven se esforzó aún más por caerle bien. Le regalaba pequeños detalles, con o sin motivo, para demostrar su atención.
Un año después, temiendo que la relación no llegara al altar, Carmen presionó a su hijo para que diera el paso.
¿Cuándo le vas a proponer? preguntaba casi a diario. Si la dejas esperar, se cansará y te arrepentirás…
Finalmente, Adrián cedió y le propuso matrimonio a Lucía, quien aceptó encantada.
Los padres del novio pagaron la boda, lo que convenció aún más a la chica de haber elegido al hombre perfecto.
Los primeros tres meses vivieron en un piso alquilado, hasta que Carmen anunció con entusiasmo:
¡La casa está lista! Haced las maletas, que nosotros haremos lo mismo.
¿Por qué? Aquí estamos bien frunció el ceño Lucía, sin intención de vivir con su suegra.
¿Cómo que por qué? Carmen se quedó helada. ¡Quedamos en que, una vez terminada la casa, nos mudaríamos todos!
Pues mudad vosotras. ¿Quién os lo impide? respondió Lucía con arrogancia, cambiando de actitud de golpe.
Carmen, aturdida, guardó silencio unos segundos.
Me lo prometiste recordó con calma.
¿Y qué? Ahora he cambiado de opinión. Viviremos separados declaró Lucía con firmeza. De hecho, como os vais, Adrián y yo nos instalaremos en vuestro piso.
¡¿Qué?! ¡Cierra el pico! espetó Carmen. ¡Estafadora! colgó furiosa.
Lucía escuchó el tono de llamada unos instantes antes de dejar el móvil con frustración.
En ese momento, sonó el teléfono de Adrián, sentado en la cocina.
Ella escuchó a escondidas y comprendió que era Carmen, quejándose de ella.
Media hora después, cuando Adrián terminó la llamada, Lucía entró en la cocina.
Al ver su rostro, supo que estaba furioso. Su marido la miró y preguntó con dureza:
¿Qué está pasando?
¿Qué pasa de malo? Lucía cruzó los brazos.
Mi madre ha llamado. Exige dinero…
¿Qué dinero? ¡¿Y para qué?! La noticia dejó a Lucía atónita.
Por la casa. ¿Se lo prometiste antes de casarte? Adrián frunció el ceño. ¿Lo de vivir juntos?
No fingió inocencia.
Pero lo aceptaste, ¿verdad? insistió él.
¿Y qué? Ya no quiero desvió la mirada.
Yo nunca estuve de acuerdo porque me parecía una locura. La casa lleva tres años parada, pero mi madre la terminó tras nuestra boda. ¡Y todo por ti! apretó los dientes.
Pues muy bien encogió Lucía los hombros. ¿Y qué?
Adrián no respondió. Su madre volvió a llamar, pero esta vez le tendió el teléfono:
¡Habla tú!
En cuanto Carmen oyó la voz de su nuera, estalló:
¡Devuélvanme el dinero de la casa!
¿Qué dinero? ¡¿Estás loca?! replicó Lucía con desdén.
¡Construimos esa casa por tu culpa! rugió Carmen. Devuélvanme la mitad.
¡Ni hablar! gruñó Lucía.
¡Quinientos mil euros! ¡Me debéis quinientos mil! chilló Carmen. O si no…
¿O qué? ¡No firmé nada! se burló la nuera.
¡Pues os borraremos de nuestras vidas! amenazó.
¡Dios mío! Lucía soltó una risa y colgó.
Carmen empezó a exigirle dinero a Adrián, obligándole a pagar cinco mil euros mensuales.
¡Así tardarás diez años en saldar la deuda! se quejó. O mudáos, o subid la cantidad.
Como Adrián no podía pagar más, aceptó.
Pero Lucía se negó en redondo, y seis meses después, la pareja se separó para siempre.

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MagistrUm
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