**Diario Personal**
¿De verdad construimos una gran casa sin ningún propósito?
¿Así que levantamos una casa enorme en vano? se indignó mi suegra. ¡Pues devolved la mitad de su valor!
Necesito hablar contigo en serio dijo la mujer de pelo corto al sentarse frente a Lucía. Antes de que empezaras a salir con mi hijo, hay cosas que debes saber.
La rubia esbelta miró con asombro a su futura cuñada, a quien apenas había visto tres veces en su vida.
Si quieres formar parte de esta familia, entiende que los más importantes para Daniel son sus padres declaró orgullosa la señora Pilar. No necesitamos una nuera que quiera dominar a mi hijo.
¿Acaso lo domino yo? la interrumpió Lucía.
¡Espera, por favor, deja que termine! Ten un poco de paciencia replicó secamente la mujer.
La joven bajó la mirada al instante, ruborizándose. No quería enfadar a la madre de Javier.
Llevaban poco tiempo juntos, y Lucía no quería precipitarse.
Sí continuó la señora Pilar, en la familia ya tenemos un plan: cuando Daniel se case, todos nos mudaremos a la casa que está casi terminada. ¡Viviremos juntos como una gran familia!
¡Qué bien! respondió Lucía con una sonrisa forzada.
La mujer alzó las cejas, sorprendida. No esperaba que su futura nuera aceptara tan rápido.
Me alegra que estés de acuerdo. Creo que seremos buenas amigas le guiñó el ojo con astucia.
Y enseguida comenzó a elogiar a la chica frente a su hijo, destacando lo amable, inteligente y cariñosa que era.
Lucía, al ver aquello, decidió esforzarse aún más por caerle bien.
Le regalaba pequeños detalles, con o sin motivo, para demostrar su atención.
Un año después, la señora Pilar, temiendo que la relación no llegara al matrimonio, empezó a presionar a su hijo.
¿Cuándo le vas a pedir que se case contigo? preguntaba casi a diario. Si esperas demasiado, se cansará y te dejará
Finalmente, Javier accedió y le hizo la propuesta a Lucía, quien aceptó encantada.
Los padres del novio pagaron la boda, lo que reafirmó a la joven en su elección.
Los primeros tres meses vivieron en un piso alquilado, hasta que la señora Pilar anunció con entusiasmo que la casa estaba lista.
¡Haced las maletas, que nos mudamos! dijo alegremente a su hijo y a su nuera.
¿Por qué? Aquí estamos bien respondió Lucía, frunciendo el ceño. No tenía intención de vivir con su suegra.
¿Cómo que por qué? replicó la mujer. ¡Quedamos en que, una vez terminada la casa, iríamos todos!
Pues mudáos vosotros, ¿quién os lo impide? espetó Lucía con arrogancia, cambiando radicalmente de actitud.
La señora Pilar se quedó callada unos segundos, atónita.
Un momento, tú me lo prometiste recordó con calma.
¿Qué importa lo que dije entonces? Ahora he cambiado de opinión y no quiero vivir con vosotros declaró tajante. ¡Viviremos por nuestra cuenta! Además, como os vais, Javier y yo nos quedaremos con vuestro piso.
¿Cómo? ¡Cierra el pico! exclamó la suegra. ¡Esto es un engaño! colgó furiosa.
Lucía escuchó el tono de llamada unos segundos antes de dejar el móvil sobre la mesa.
En ese momento, sonó el teléfono de Javier, que estaba en la cocina.
La joven escuchó a escondidas y comprendió que era la señora Pilar, quejándose de ella.
Media hora después, cuando Javier terminó la llamada, Lucía entró en la cocina.
Al ver su expresión, supo que estaba molesto y decepcionado. Él la miró fijamente y preguntó:
¿Qué está pasando?
¿Qué pasa de malo? cruzó los brazos Lucía.
Mi madre ha llamado. Exige dinero.
¿Qué dinero? ¿Por qué? la noticia la dejó perpleja.
Por la casa. ¿Se lo prometiste antes de casarnos? preguntó Javier, serio. ¿Que viviríais juntas?
No fue nada fingió inocencia Lucía.
Aceptaste su idea sobre la casa, ¿verdad? insistió él.
¿Y qué? Entonces me pareció bien, pero ahora no quiero desvió la mirada.
¡Yo nunca estuve de acuerdo porque pensé que era una tontería! La casa llevaba tres años parada, pero mi madre la terminó después de nuestra boda. ¡Y todo por ti! apretó los dientes Javier.
Bueno, la terminó y ya está encogió los hombros Lucía. ¿Qué más da?
Él no respondió, porque su madre volvió a llamar. Pero esta vez, le tendió el móvil a su esposa:
Habla tú.
La señora Pilar, al oír a su nuera, estalló:
¡Devolved el dinero de la casa!
¿Qué dinero? ¿Estás loca? replicó Lucía con sarcasmo.
¡Por tu culpa, construimos esa casa para nada! gritó la suegra. ¡Devolved al menos la mitad!
¡Ni hablar! gruñó Lucía.
¡Cinco millones! Me debéis cinco millones de euros vociferó la señora Pilar. ¡O si no!
¿O qué? ¡No firmé nada! respondió triunfante.
¡Pues no volveremos a hablar con vosotros! amenazó la suegra.
¡Vaya drama! se rio Lucía, colgando.
La señora Pilar empezó a exigirle el dinero a Javier, obligándole a pagar cincuenta mil euros al mes.
¡Así tardarás diez años en devolverlo! se quejó. O aumentas las cuotas, o os mudáis.
Como Javier no podía pagar más, aceptó.
Pero Lucía se negó en redondo, y seis meses después, la pareja se separó para siempre.






