**Diario de un Hombre**
Alicia yacía en la cama con los ojos cerrados. Al otro lado de la habitación, sentada en el camastro frente a la pared, estaba Nuria, cruzándose de piernas mientras leía en voz alta un libro de texto. De pronto, el teléfono de Alicia estalló con una canción de moda. Nuria cerró el libro con un golpe y lanzó una mirada reprobatoria a su amiga.
Alicia contestó a regañadientes. Al instante, se sentó en la cama, después dejó el móvil y saltó de un brinco dando vueltas por la estrecha habitación mientras metía cosas en una bolsa deportiva.
—¿Adónde vas? ¿Qué pasa? —preguntó Nuria, inquieta.
—La vecina llamó, a mamá la llevaron al hospital, un infarto. —Alicia cerró la cremallera de la bolsa y se dirigió a la puerta, donde colgaban los abrigos y estaban sus botas.
—Mañana tienes el examen. Estará bien atendida, hazlo y luego te vas. —Nuria se levantó mientras observaba cómo Alicia se calzaba las botas.
—Escucha, Nuria, explícales todo en la secretaría, ya regularizaré todo cuando vuelva. Haré los exámenes en vacaciones. Vamos, mi autobús sale en cuarenta minutos.
—Llama para contarme cómo está tu madre —rogó Nuria, pero Alicia ya había salido disparada. Tras la puerta, el taconeo se perdió en la distancia.
Nuria se encogió de hombros y volvió. Al ver el cargador del móvil de Alicia en la cama, lo agarró y corrió descalza tras ella.
—¡Alicia! ¡Espera! —gritó bajando las escaleras.
La puerta principal se cerró de golpe. Nuria saltó tres escalones, empujó la puerta y casi sale volando al exterior.
—¡Alicia!
La chica se volvió, vio el cargador en manos de Nuria y regresó.
—Gracias. —Y de nuevo echó a correr.
—Martínez, ¿qué es este escándalo? Una casi tira la puerta y la otra sale descalza. ¿Se han fumado algo? —La portera, Rosa, se levantó de su silla.
—Perdone, señora Rosa, no fumamos. Es que la madre de Alicia tuvo un infarto. Hace frío, ¿puedo subir? —Nuria no esperó respuesta y subió corriendo.
—¡Ay, Dios mío! —Rosa se santiguó—. ¡Que Dios la proteja!
Nuria volvió a la habitación, se sacudió la arena de los pies, recogió lo que Alicia había dejado tirado y fue a la cocina con la tetera. Al día siguiente tenía examen, un té caliente la animaría para seguir estudiando.
Al caer la noche, llamaron a la puerta.
—¿Quién es? —gritó Nuria. Nadie respondió. Suspiró y abrió.
—¡Hola! —Ante ella estaba Javier, con un modesto ramo de flores.
—Pasa. —Nuria le dejó entrar—. Alicia se fue a casa, su madre está enferma.
—Pero mañana tiene examen.
—Iré a secretaría, explicaré lo de su madre, lo hará en vacaciones. —Nuria no apartaba los ojos del ramo.
—Son para ti.
—Gracias. ¿Quieres té? —Tomó un jarrón y salió.
Javier se quedó solo. Se sentó en la cama de Alicia y acarició la colcha, como si fuera ella.
Nuria regresó, colocó el jarrón con las flores y admiró el ramo.
—Son preciosas. ¿Qué flores son?
—Guisantes de olor. Me voy. —Se levantó.
—¿Quedaste con Alicia para algo? —preguntó Nuria, deseando que no se fuera.
—Sí. Conseguí entradas para un concierto.
—¿En serio? Pues llévame a mí. No tiene sentido desperdiciarlas.
Javier dudó.
—Mañana tienes examen.
—¿Y qué? Llevo todo el día estudiando, merezco un respiro.
Pensó en Alicia, lejana, en la nada seria relación que tenían. Ir con su compañera no sería traición, ¿verdad?
—Vámonos.
—¡Genial! —Nuria saltó de alegría—. Espérame fuera, me cambio.
En el concierto, Nuria bailó, saltó y gritó, contagiando a Javier de su energía. Después, caminaron de vuelta discutiendo animadamente sobre la música.
Llegaron al piso de estudiantes. La puerta estaba cerrada.
—Hoy está Rosa. No abrirá. ¿Qué hacemos?
—Por aquí —Javier la llevó hacia una ventana del primer piso donde otras chicas entraban.
Los dos se colaron. Escaparon arriba riendo, pero en la oscuridad de la habitación, Nuria se acercó y susurró:
—Quédate. Me gustas. Mucho.
Y antes de que pudiera reaccionar, le besó.
**21 años después**
—¡Mamá, papá, ya estoy aquí! —entró Marina, idéntica a Javier.
—¿Qué tal en la uni? —preguntó él, dejando el periódico.
—Déjala cambiarse —dijo Alicia desde la cocina—. Calentaré la cena.
En la mesa, Marina comentó:
—Hoy conocí a una chica en clase idéntica a mí. Todos lo notaron.
—Dicen que todos tenemos un doble. —Alicia miró fijamente a Javier—. ¿Recuerdas a Nuria?
—¡Sí! Se llama Sol y su apellido es… Del Sol.
—Yo salí con ella —admitió Javier después, cuando hablaron a solas—. No sabía que tuvo una hija. Murió en el parto.
Alicia lloró. Habían vivido años sin saberlo. ¿Qué hubieran hecho distinto?
Con el tiempo, Sol se convirtió en parte de la familia. Nunca hablaron del pasado, pero el ramo de guisantes de olor siempre les recordó que algunas heridas no se cierran… aunque duele menos con el tiempo.
*Reflexión final: La vida teje caminos que nunca imaginamos. A veces, el pasado vuelve no para reprocharnos, sino para enseñarnos a vivir con lo que no pudimos cambiar.*