«Por Dios, ya tienes cuatro pisos, ¿para qué quieres otro? ¿Y nosotros con madre a la calle?»

«Lucía, por el amor de Dios, ¡si ya tienes cuatro pisos! ¿Para qué quieres uno más? ¿Mamá y yo nos vamos a la calle?» — le grité a mi hermana cuando descubrí que pretendía quedarse con el piso familiar. Esta es la historia de cómo la avaricia de mi hermana casi nos deja sin hogar y cómo luché por defender nuestro derecho a seguir en casa.

**El piso familiar y su historia**
Nuestra familia siempre ha vivido en un amplio piso de tres habitaciones en el centro de Madrid. Esa vivienda la obtuvieron mis padres durante los años ochenta, y se convirtió en nuestro verdadero hogar. Allí crecimos mi hermana y yo, y allí nos crio mamá sola tras la muerte de papá. El piso es viejo, pero espacioso, con techos altos y grandes ventanales. Mamá y yo seguimos viviendo allí, aunque hace años que pide una reforma.

Mi hermana mayor, Lucía, se mudó hace tiempo. Se casó bien —su marido es empresario— y con los años acumularon un buen capital. Lucía ya tiene cuatro pisos: dos los alquila, uno lo compró para su hijo y en el cuarto viven ellos. Nunca le envidié su suerte; al contrario, me alegraba por ella. Pero hace poco anunció que quería quedarse con el piso de la familia.

**«Es mi herencia»**
Todo empezó cuando Lucía vino de visita. Entre palabras, sacó el tema: «Mamá, ya te cuesta subir las escaleras, el ascensor es viejo… Vendamos este piso y os busco algo más sencillo a ti y a Paula». Me quedé helada: «¿Venderlo? ¿Y dónde viviremos mamá y yo?». Ella respondió que era «su herencia» y que tenía derecho a su parte. Alegó que el piso era de las tres —mamá, ella y yo— y que quería lo suyo.

Me impactó. Primero, ¿qué herencia si mamá sigue viva? Segundo, Lucía sabe que no tenemos otro sitio, y su «algo más sencillo» sonaba a habitación en una pensión. Le dije: «Lucía, con cuatro pisos, ¿necesitas otro? ¿Mamá y yo a la intemperie?». Argumentó que era una «inversión rentable», pero noté que no era solo el dinero: quería apropiarse de todo.

**La discusión con mamá y el conflicto**
Mamá, al oírnos, se angustió. Siempre intentó ser justa, pero esta vez no aguantó: «Lucía, ¿no te da vergüenza? Este piso es nuestro hogar, llevo toda la vida aquí». Pero Lucía no cedió: «No quiero pelear, pero es mi derecho. Si no lo vendemos, iré a juicio por la división».

No podía creer que mi hermana llegara tan lejos. Nunca fuimos muy unidas, pero jamás imaginé esto. Intenté razonar con ella: le recordé que con mi sueldo de maestra y la pensión de mamá no podemos permitirnos otra casa. Pero ella solo se encogió de hombros: «Ya encontraréis algo».

**¿Qué hacer ahora?**
Estoy desesperada. No quiero pleitos —son caros, largos, y mamá no soportaría el estrés—, pero tampoco pienso ceder nuestro hogar. Le propuse comprar su parte, pero pidió una suma imposible incluso en diez años. Mamá llora y dice que preferiría morirse antes que abandonar su casa.

No sé qué hacer. ¿Hablar otra vez con Lucía, apelar a su conciencia? ¿O prepararme para ir a los tribunales? Si han pasado por algo similar, cuéntenme cómo lo resolvieron. ¿Cómo proteger mi casa sin perder a mi familia? Necesito consejos…

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