«Peor es nada: dice mi exsuegra sobre su hijo como padre»

—¡Más vale un padre así que ninguno! —comenta mi ex suegra con firmeza.

—Al menos, el niño debe conocer a su padre —me sermonea Luisa Mariana, mi antigua suegra—. Te separaste de mi hijo, sí. Pero ¿acaso dejó de ser su padre? Nadie puede quitarle eso. No se le puede privar de convivir con su propia sangre. Quizá no sea perfecto, pero ¿no es mejor tenerlo, aunque sea así, que nada?

La escucho, y el corazón se me encoge de dolor y confusión. Diego y yo nos divorciamos hace año y medio. Estuvimos casados casi siete años. Todo empezó como un cuento: cortejo, promesas, boda y, después, el nacimiento de nuestro hijo. Pero la realidad desgastó pronto los espejismos.

Al principio hacía la vista gorda: había bebido, se había retrasado… Pero luego todo se descontroló. Copas, noches perdidas, mentiras, chicas por el móvil, *amigos* de dudosa reputación. Y todo eso con un niño pequeño en casa. Intenté salvar nuestro matrimonio. Ruego, peleas, terapia, charlas *sinceras*… Nada bastó. Hasta soporté sus *lecciones* sobre lo difícil que era vivir conmigo. Hasta que un día entendí: ya no podía más. Nos separamos.

Javier tenía cinco años y medio cuando sucedió. Alquilé un piso, encontré trabajo y lo matriculé en primaria. Empezamos una vida tranquila, solo nosotros dos. Jamás le prohibí a su abuela verlo; al contrario, doña Luisa siempre fue amable conmigo. Me ayudaba cuando podía: cuidaba al niño, me prestaba algún euro… Buena mujer, honrada. Su único defecto es que se negaba a ver la realidad cuando se trataba de su hijo.

Y Diego, según me contaban, no cambió tras el divorcio. Seguía bebiendo igual. No duraba en ningún trabajo, se pasaba las noches en bares, malgastando la pensión de su madre y algún dinero esporádico. Pero, de pronto, un año después, *recordó* que tenía un hijo.

Cuando vivíamos juntos, apenas se fijaba en Javier. Era como un mueble más. Y ahora, de la nada, exigía verlo, *recuperar el vínculo*. Pero yo lo he visto en esos encuentros: aliento a alcohol, ropa arrugada, mirada perdida. ¿Qué puede ofrecerle? Ni siquiera tiene para un helado, y su casa es un antro con muebles rotos.

—¡Que al menos lo lleve un rato al parque! —insiste mi suegra—. Tú estarás cerca, bajo tu ventana. Él viene por voluntad propia, quiere estar con su hijo. No lo apartes. Es importante para Javier…

Detrás de sus palabras hay desesperación. Quiere creer que, al ver al niño, su hijo reaccionará. Que algo en él despertará, que se enderezará. *¿Y si todo cambia?*

Pero yo conozco a Diego. No quiere cambiar. Solo está aburrido, buscando algo que le haga sentirse menos inútil. Y aunque mi instinto grita *«¡No lo dejes entrar!»*, otra voz susurra: *¿Y si tiene razón?* ¿No merece Javier saber que tiene un padre? Aunque sea malo. Saber que no vino de la luna ni lo trajo una cigüeña, sino que nació de un hombre de carne y hueso. Un perdedor. Un borracho. Pero alguien real.

Me pregunto: ¿y si un día me mira y pregunta *«¿Dónde está mi papá? ¿Por qué no me quiere? ¿Por qué no lo conozco?»* ¿Qué le diré? ¿Que lo aparté porque decidí que era mejor nada que un padre así?

No sé qué es correcto. Por un lado, me aterra dejar a mi hijo con alguien irresponsable y siempre borracho. Por otro, no quiero que crezca en un vacío, que luego me reclame por ocultarle una parte de su historia. Porque, al fin y al cabo, un mal padre sigue siendo un padre. Sangre, genes, apellido.

Sí, estoy furiosa con Diego. Por todo lo que me hizo pasar. Por traicionarnos, por romper nuestra familia. Pero no puedo obligar a mi hijo a odiarlo. No es mi derecho. Él crecerá, juzgará por sí mismo. Entenderá.

Y mientras tanto… Quizá acceda a que lo vea. Con una condición: bajo mi mirada. Sin alcohol, sin mentiras, sin falsos cariños. Solo como una forma de que el niño conozca a su padre. Aunque sea poco. Aunque sea así.

Tal vez doña Luisa tenga razón. A veces, más vale un mal padre que la ausencia. Porque incluso el dolor trae comprensión. Y de la comprensión nace la sabiduría. Y la fuerza. Esa que, algún día, evitará que mi hijo repita la historia de su padre.

Y si logro protegerlo de eso… sabré que hice lo correcto.

Rate article
MagistrUm
«Peor es nada: dice mi exsuegra sobre su hijo como padre»