Pensé que mi ex y yo nos acercábamos de nuevo, pero confesó que me utiliza para vengarse de mi hermana.

Siempre creí en las segundas oportunidades. Pensaba que, si el amor era verdadero, encontraría el camino a pesar del dolor, el orgullo y los errores. Por eso, cuando, después de dos años de separación, me escribió Javier —mi ex—, algo tembló dentro de mí. Una mezcla de emoción, nostalgia y una tímida esperanza llenó todo el aire a mi alrededor.

Nos separamos mal. Hubo resentimientos, silencios, arrebatos de orgullo de ambas partes. Pasé mucho tiempo curando mis heridas, aprendiendo a respirar de nuevo. Incluso salí con otro hombre, intenté construir una vida nueva. Pero Javier… seguía ahí, en algún rincón oscuro de mi mente, como una cicatriz que no terminaba de cerrar. No lo había olvidado. Y cuando me propuso vernos, solo para hablar, acepté. Ingenuamente, pensé que podía ser algo bueno. Una simple conversación entre dos adultos que alguna vez se quisieron. ¿Qué podía salir mal?

Quedamos en una cafetería acogedora en una esquina del Barrio de las Letras. Llegué antes, y cuando él entró, mi corazón dio un vuelco. Ahí estaba todo: la misma postura, esa barba de un día, la misma mirada cálida que me resultaba tan familiar. Sonrió, se acercó y me abrazó. Por un segundo, sentí como si hubiera vuelto al pasado, cuando todo era más sencillo.

Hablamos durante horas. Primero, de tonterías: el trabajo, novedades, cómo nos iba. Su voz seguía siendo suave, su mirada atenta. Parecía que realmente quería saber cómo había vivido sin él. Y yo, tonta, me derretí. Hasta empecé a creer que tal vez todavía era posible —aunque fuera una amistad, un vínculo entre almas que se entendían.

Pero entonces… algo cambió.

Se reclinó en la silla, se volvió más serio, apartó la mirada. Como si luchara consigo mismo. Sentí el nudo en el estómago. Y entonces habló.

—Lucía… tengo que confesarte algo. Me está matando, pero mereces saber la verdad.

—¿Qué pasa? —mi voz tembló—. Me estás asustando.

Resopló, se frotó las sienes y finalmente me miró a los ojos.

—No he venido para volver contigo. No quiero estar contigo otra vez. Todo esto… —hizo un gesto con las manos—, no es porque te haya echado de menos.

Me quedé pálida. El corazón se me encogió de dolor.

—¿Entonces por qué? —susurré.

Calló un instante y luego soltó:

—Te estoy usando, Lucía. Para vengarme de tu hermana. De Marta.

El mundo se tambaleó alrededor mío.

—¿Qué…? Tú… ¿qué has dicho?

—Tu hermana… me traicionó —dijo con frialdad—. Me hizo creer que me amaba. Y luego me fue infiel. A mis espaldas. Se rio de mí. Y ahora yo juego con ella. Tú eres mi herramienta. La más útil.

Me quedé muda. Marta, mi hermana, mi mejor amiga, mi apoyo, la persona en quien más confiaba… No podía ser. No podía haber hecho eso. ¿Y Javier? ¿Acaso toda esa tarde, sus palabras dulces, sus miradas, habían sido mentira?

—¿Qué hizo ella? —apenas pude articular las palabras.

—Estuvo conmigo. Y luego se burló a mis espaldas —sus ojos se oscurecieron—. Ni te imaginas cuánto me dolió. Perdí la confianza en todo. Y ahora… quiero que sienta lo mismo.

No sabía cómo respirar.

—¿Me usas para herir a Marta? ¿A mí? ¿Por qué? ¡Yo no te he hecho nada!

—Lo sé. Lo siento. Pero no hay otra manera. Tiene que entender lo que hizo.

Las lágrimas me nublaron la vista. Respiraba con dificultad. Todo dentro de mí se retorcía de vergüenza, dolor y decepción.

—Estás jugando con mis sentimientos —musité—. Yo realmente pensé… yo esperaba…

Él apartó la mirada.

—Lo siento, Lucía. De verdad. Pero a mí también me hirieron. Estaba perdido. No sabía cómo lidiar con esto.

Me levanté de golpe. Las manos me temblaban.

—Basta. Se acabó. No seré parte de tu venganza asquerosa. No soy un juguete. Soy una persona. Y no te permitiré destrozar mi corazón por una venganza que ni siquiera entiendo.

No intentó detenerme. Solo se quedó sentado, cabizbajo. Y yo me fui —callejuelas frías, lágrimas en la mejilla y una sola pregunta en la cabeza: “¿Cómo pude ser tan ciega?”

Nunca más seré moneda de cambio para nadie. Jamás. Y si tengo que romper con mi ex y con mi hermana, que así sea. Porque la mentira, incluso en nombre del amor, es traición. Y yo elijo la verdad. Aunque duela.

Rate article
MagistrUm
Pensé que mi ex y yo nos acercábamos de nuevo, pero confesó que me utiliza para vengarse de mi hermana.