Para mi madre, cuidar a su nieta es una imposibilidad absoluta.
Todas mis amigas tienen madres que pueden encargarse de sus hijos sin problema. Pero a mi madre siempre me dice lo mismo: Es tu hija, yo crié a la mía. Mi hija, Lucía, tiene cinco años y asiste al colegio infantil en el barrio de Salamanca. Hace dos años, al terminar mi permiso de maternidad, volví a trabajar como profesora de primaria; mis horarios son rígidos y apenas me permiten pedir días libres. Cuando necesito una mano, la única que podría ayudarme es mi madre.
En invierno, cuando la casa está vacía porque no tengo segunda residencia en la sierra, ella pasa el día encerrada, entre el televisor y las llamadas a sus amigas del club de la tercera edad. No tiene otra ocupación. La semana pasada fuimos al oftalmólogo y nos informaron que Lucía tiene problemas de visión. Llamé a mi madre y le dije que teníamos que llevar a Lucía al hospital de la zona durante diez días. La recogiamos del cole a la una y la llevábamos por la mañana a la clínica; todo está a escasa distancia: el colegio, el hospital y la casa de mi madre en el barrio de Vallecas.
Lucía está bien educada y mi madre lo sabe. No es gruñona, no hace ruido, no causa problemas; come lo que le pongo. Sin embargo, siente una aversión profunda hacia ella. Un día, necesitaba la ayuda de mi madre porque mi marido y yo teníamos que ir a trabajar.
Me encantaría que ella pudiera quedarse unos días a nuestro lado, pero no está capacitada para ello. Tenemos la suerte de contar con parientes cercanos que pueden echarnos una mano cuando hace falta. Mi abuela vive al lado y últimamente no tiene nada que hacer, así que sería lógico que cuidara a la bebé mientras trabajamos. No nos supondría ningún gasto adicional, pues está a dos pasos, y nos aliviaría una carga enorme.
Desde que mi madre se jubiló, la apoyo económicamente. Le mando una transferencia cada quince días y le pago la vivienda completa. Cuando mi marido y yo vamos de la compra, la llevamos con nosotros y ella se hace cargo de la cuenta. En todas las festividades le regalo objetos caros y elegantes. Ella da por sentado que es mi obligación alimentarla y pagarle el alquiler porque soy su hija. Yo no lo entiendo; mi hija es mi responsabilidad, no algo que deba delegar.
Resulta que las abuelas no están obligadas a ayudar a sus hijos, y sin embargo lo hacen. ¿Creen que eso es justo? Me duele profundamente; me esfuerzo al máximo por mi madre y parece que no lo valora.







