Padre, conócela, será mi esposa y tu nuera.

**Diario de Rómulo:**
*14 de octubre*
Papá, te presento a mi futura esposa y tu nuera, ¡Aurelia! exclamó Mario, radiante de felicidad.
¿Qué? preguntó el profesor Rómulo Delgado, doctor en ciencias, con los ojos desorbitados. Si esto es una broma, no tiene ninguna gracia.
Miró con asco los dedos toscos de la joven, las uñas llenas de tierra. Le parecía que aquella muchacha no sabía lo que era el agua y el jabón.
*Dios mío ¡Qué suerte tuvo mi querida Elena de no vivir esta vergüenza! Criamos a este muchacho con las mejores maneras*, pensó, apretando los puños.
No es broma replicó Mario con firmeza. Aurelia se quedará con nosotros y en tres meses nos casaremos. Si no quieres venir a la boda, me las arreglaré sin ti.
¡Hola! sonrió Aurelia, entrando en la cocina como si fuera suya. Traigo empanadas, mermelada de moras, setas secas Enumeró los productos que sacó de su bolsa raída.
Rómulo se llevó la mano al pecho al ver cómo la mermelada manchaba el mantel blanco como la nieve.
¡Mario! ¡Despierta! Si esto es por venganza, es cruel ¿De dónde sacaste a esta ignorante? ¡No permitiré que se quede en mi casa! gritó.
Amo a Aurelia. Y mi esposa tiene derecho a vivir donde yo vivo respondió Mario con una sonrisa burlona.
Rómulo entendió que su hijo se mofaba de él. Sin discutir más, se retiró en silencio a su habitación.
Desde hacía poco, su relación con Mario había cambiado. Tras la muerte de su madre, el chico se volvió indomable. Abandonó la universidad, respondía con insolencia y llevaba una vida despreocupada.
Rómulo esperaba que cambiara, que volviera a ser aquel joven sensato y bueno. Pero cada día se alejaba más. Y hoy, había traído a esa campesina a su casa. Sabía que su padre nunca aprobaría su elección, por eso la presentó de esa manera
Poco después, Mario y Aurelia se casaron. Rómulo se negó a asistir, rechazando a su nuera. La rabia lo consumía: la elegante Elena, dueña de un hogar impecable, había sido reemplazada por una muchacha ruda que ni siquiera podía hilvanar dos palabras.
Aurelia, ignorando el desprecio de su suegro, intentó congraciarse con él, pero solo empeoró las cosas. Rómulo no veía en ella más que ignorancia y malos modales.
Mario, tras fingir ser un hombre ejemplar, volvió a la bebida. Las discusiones entre los jóvenes eran frecuentes, y Rómulo, en secreto, esperaba que Aurelia se marchara.
Rómulo, su hijo quiere el divorcio ¡Y me echa a la calle! Además, estoy embarazada dijo Aurelia una tarde, con lágrimas en los ojos.
¿A la calle? Tienes donde ir Y el embarazo no te da derecho a quedarte aquí. Perdona, pero no me meteré en vuestros asuntos respondió él, aliviado de librarse de ella.
Aurelia, abatida, no entendía por qué su suegro la odiaba desde el principio. Recogió sus cosas en silencio. ¿Qué importaba que fuera de pueblo? También tenía alma y sentimientos
***
Ocho años después Rómulo vivía en una residencia de ancianos. Su salud se había deteriorado, y Mario, aprovechándose, lo internó para evitar molestias.
El viejo aceptó su destino, sabiendo que no había vuelta atrás. Había enseñado amor y respeto a miles de alumnos, recibiendo cartas de agradecimiento Pero con su propio hijo había fallado.
Rómulo, tienes visita dijo un compañero al regresar del jardín.
¿Mario? preguntó, aunque sabía que era imposible. Su hijo lo detestaba.
No sé. Pregunta por ti. ¡Ve a ver!
Rómulo cogió el bastón y caminó con dificultad hacia la entrada. Al divisarla, la reconoció al instante.
Hola, Aurelia murmuró, bajando la cabeza. La culpa lo ahogaba.
¡Rómulo! ¡Qué cambiado está! ¿Está enfermo?
Un poco sonrió con tristeza. ¿Cómo me encontraste?
Mario me lo dijo. Sabe que no quiere ver a su hijo. Pero el niño insiste en conocer a su abuelo Juan no tiene la culpa de que lo rechacen explicó ella con voz temblorosa. Perdone si molesto
¡Espera! ¿Cómo está Juan? La última foto que me enviaste era de cuando tenía tres años.
Está aquí, en la entrada. ¿Le llamo?
¡Por supuesto!
Entró un niño de cabello castaño, idéntico a Mario de pequeño. Juan se acercó tímidamente.
Hola, nieto ¡Qué grande estás! lloró Rómulo, abrazándolo.
Pasearon por el parque cercano, bajo los árboles otoñales. Aurelia le contó su vida: la muerte temprana de su madre, la lucha por criar a Juan sola, el trabajo duro en el campo.
Perdóname, Aurelia Fui un necio. Creí que la educación lo era todo, pero ahora sé que el corazón vale más confesó el anciano.
Rómulo Aurelia dudó. Venga a vivir con nosotros. Está solo, y nosotros también Juan y yo queremos tenerle cerca.
¡Abuelo, ven! Iremos a pescar, a buscar setas ¡En el pueblo hay mucho espacio! rogó Juan, tomando su mano.
Vamos sonrió Rómulo. Fallé con Mario Tal vez pueda enmendarlo contigo. Además, nunca he vivido en el campo.
¡Le encantará! rió Juan.

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MagistrUm
Padre, conócela, será mi esposa y tu nuera.