Nunca he amado a mi esposa y se lo he dicho en varias ocasiones. No era culpa suya – nuestra convivencia era bastante buena.

Nunca he amado a mi mujer y se lo he dicho en más de una ocasión. No era culpa suya, la verdad es que vivíamos bastante bien. Nunca montaba escenas, ni me reprochaba nada, siempre era dulce y atenta. Pero el problema seguía ahí: no había amor.
Cada mañana, despertaba con la idea de marcharme. Soñaba con encontrar a una mujer a la que de verdad amara. Pero jamás imaginé cómo el destino lo cambiaría todo.
Con Lucía, me sentía cómodo. No solo llevaba la casa a la perfección, sino que además era radiante. Mis amigos me envidiaban y no entendían cómo había tenido tanta suerte con mi esposa.
Yo tampoco lo entendía. ¿Qué había hecho para merecer su amor? Soy un hombre normal, sin nada que me destaque. Y, aún así, ella me quería… ¿Cómo era posible?
Su amor y entrega no me dejaban en paz. Lo que más me atormentaba era pensar que, si me iba, otro ocuparía mi lugar. Alguien más rico, más atractivo, más exitoso.
Cuando la imaginaba con otro hombre, me volvía loco. Ella era mía, aunque nunca la hubiera amado. Ese sentimiento de posesión era más fuerte que la razón. Pero, ¿se puede pasar toda una vida con alguien a quien no amas? Creía que sí, pero me equivocaba.
«Mañana se lo digo todo», decidí al acostarme. Por la mañana, durante el desayuno, reuní valor.
Lucía, siéntate, necesito hablar contigo.
Claro, dime, cariño.
Imagina que nos divorciamos. Me voy, vivimos separados…
Lucía se rio:
¡Qué ocurrencias! ¿Es un juego?
Escúchame hasta el final. Hablo en serio.
Vale, lo imagino. ¿Y luego?
Respóndeme con sinceridad: ¿encontrarás a alguien más si me voy?
Daniel, ¿qué te pasa? ¿Por qué piensas en irte?
Porque no te amo y nunca lo he hecho.
¿Qué? ¿Estás de broma? No entiendo nada.
Quiero irme, pero no puedo. La idea de que estés con otro no me deja tranquilo.
Lucía reflexionó un momento y luego respondió con calma:
No encontraré a nadie mejor que tú, así que no te preocupes. Vete, no estaré con nadie más.
¿Lo prometes?
Por supuesto me aseguró Lucía.
Espera, pero… ¿adónde iría yo?
¿No tienes ningún sitio?
No, siempre hemos estado juntos. Probablemente debería quedarme cerca de ti dije, apesadumbrado.
No te preocupes respondió ella. Después del divorcio, cambiaremos el piso por dos más pequeños.
¿En serio? No esperaba que me ayudaras así. ¿Por qué lo haces?
Porque te quiero. Cuando amas a alguien, no puedes retenerlo en contra de su voluntad.
Pasaron unos meses y nos divorciamos. Poco después, descubrí que Lucía no había cumplido su promesa. Había encontrado a otro hombre, y los pisos que heredó de su abuela nunca tuvo intención de compartirlos. Me quedé sin nada.
¿Cómo voy a confiar en las mujeres ahora? No tengo ni idea.
¿Qué opinas del comportamiento de Daniel?

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Nunca he amado a mi esposa y se lo he dicho en varias ocasiones. No era culpa suya – nuestra convivencia era bastante buena.