Nuera Descarada Nos Insulta Mientras el Hijo Guarda Silencio por su Embarazo

La vida en nuestro pequeño pueblo cercano a Sevilla se convirtió en una pesadilla desde que mi nuera, Lucía, quedó embarazada. Nunca tuvimos una relación cercana, pero antes de su embarazo aguantaba sus groserías por la paz familiar. Ahora ha cruzado todos los límites: nos insulta, grita, humilla, y mi hijo, Javier, calla, excusando su comportamiento por “su estado”. Su falta de respeto me destroza, pero el silencio de mi hijo duele más.

Desde el principio, mi marido, Antonio, y yo supimos que Lucía no era ninguna joya. Maleducada y arrogante, siempre nos miró con desprecio. Aún así, contuvo su carácter… hasta ahora. No somos aristócratas, pero tenemos educación y procurábamos ignorar sus ataques. Todo cambió con el embarazo. Como si le hubieran quitado una máscara, se volvió insufrible. Grita, nos insulta, y Javier solo encoge los hombros: “Está embarazada, hay que comprenderla”. Me ahogo en rabia, pero él no escucha.

Un ejemplo fue mi cumpleaños del año pasado. Pasé todo el día cocinando para agradar a los invitados. A Lucía no le gustó una ensaladilla. Una persona educada habría callado, pero ella se levantó y dijo: “¡Esto es lo más asqueroso que he probado! ¡No la vuelvas a hacer!”. Me quedé muda. Los invitados se miraron incómodos. Javier intentó calmarla, pero ella siguió: “¿Por qué debo callarme? ¡Tengo derecho a decir que es un asco!”. Los demás se lo comieron todo. Sus palabras fueron una bofetada, y mi hijo ni siquiera la reprendió.

Su boda ya fue un presagio. Lucía se emborrachó, dijo tonterías y se peleó con una prima por una ridiculez. Los invitados quedaron horrorizados. Sus padres ni se inmutaron, como si fuera normal. Ahora, con la excusa de “las hormonas”, se ha convertido en una tirana. Cada palabra, cada sugerencia, la enfurece, y somos el blanco de sus insultos.

Cuando en la ecografía dijeron que sería niño, Antonio y yo les compramos un conjunto de sábanas azules. Al entregárselo, Lucía estalló: “¡Estáis locos! ¡Es de mala suerte comprar cosas antes!”. Nos llamó supersticiosos e idiotas. Javier ni siquiera la detuvo. Nos fuimos, humillados. No podía creer que mi hijo permitiera eso.

Hace poco, nuestra hija, Carmen, nos invitó a un restaurante por su cumpleaños. Lucía llegó con unos tacones altísimos, a pesar del avanzado embarazo. Le dije, tranquila: “¿No sería mejor un calzado más seguro? Es peligroso”. Entonces empezó el infierno: “¡Ojalá me caiga y pierda el bebé! ¡Os morís de ganas!”. Sus acusaciones me dejaron helada. Antonio intentó defenderme, pero ella gritó más fuerte, nos llamó “viejos idiotas” y se marchó dando un portazo. Javier la siguió sin pedir disculpas. La celebración se arruinó.

No podía recuperarme. Si Carmen, madre de dos hijos, hablara así a sus suegros, moriría de vergüenza. No es solo mala educación, es desprecio absoluto. Tres días después, Javier llamó para disculparse, pero dijo que no obligaría a Lucía a hacerlo “por sus nervios”. Sus palabras me partieron el alma. Tuve tres hijos: Carmen, mi orgullo; el pequeño, Álvaro, cariñoso y atento; y Javier… que ya no reconozco. Permite que su mujer nos pisotee y nos humille. Es una traición.

Antonio y yo decidimos no airear esto, aunque podríamos contarlo a la familia y dejar a Lucía en evidencia. Pero no rebajarme a su nivel. Mi corazón sangra: ¿por qué Javier no nos defiende? ¿Lo criamos tan débil? ¿O es ella quien lo ha convertido en su sombra? No sé cómo sobrevivir a una nuera que nos envenena y un hijo que lo permite. Su bebé será nuestro nieto, pero temo que Lucía lo aleje de nosotros. Me asfixia pensar en ello, pero no me rendiré. Si Javier no la frena, lo haré yo, aunque destroce esta familia.

Rate article
MagistrUm
Nuera Descarada Nos Insulta Mientras el Hijo Guarda Silencio por su Embarazo