Nos despertamos por los ladridos agudos de nuestro perro, que estaba sentado en medio de la habitación mirando fijamente al techo: luego notamos algo espantoso y llamamos a la policía

**Diario de un suceso inquietante**
Anoche nos despertó el ladrido agudo de nuestra perra, Lola, que estaba plantada en medio de la habitación, mirando fijamente al techo. Al principio, no entendí qué ocurría. La oscuridad envolvía la estancia, mi corazón latía con fuerza y el ladrido de Lola sonaba como una advertencia.
Mi mujer, Carmen, se incorporó sobresaltada, y yo encendí la lámpara de la mesilla. Lola no apartaba la vista de un rincón, gruñendo con los pelos erizados.
Seguro que ha visto otro fantasma bromeó Carmen, pero su voz temblaba.
Esta vez no había lugar para risas. El cansancio, la irritación por el desvelo y esa tensión inexplicable en el aire nos pusieron en alerta. Le pedí a Carmen que llevara a Lola al salón, pero en cuanto me acerqué, la perra se zafó y volvió al mismo sitio, ladrando con más fuerza.
¿Qué pasa, Lola? ¿Qué ves ahí? pregunté, exasperado.
Hasta que, de pronto, lo noté. Mis ojos siguieron la dirección de su mirada y el corazón se me heló.
Llama a la policía. Ahora le dije a Carmen con urgencia.
¿Por qué? ¿Qué hay? su voz era un hilo.
Y entonces lo vimos. En el rincón, casi invisible entre el papel pintado y la sombra del armario, había un pequeño punto negro: el objetivo de una cámara.
Nos quedamos paralizados. Estaba tan bien escondida que, sin Lola, jamás la habríamos descubierto.
La policía llegó en media hora. Los agentes retiraron el dispositivo, lo conectaron a un ordenador y revisaron las grabaciones. No pudieron identificar al responsablealguien había borrado las huellaspero nos explicaron que esas cámaras se usan para espiar a los inquilinos o recabar información comprometedora.
Carmen y yo no entendíamos. No teníamos enemigos ni guardábamos nada de valor.
Días después, el inspector nos llamó. La cámara transmitía las imágenes a un servidor oculto en el sótano del edificio de al lado. Al registrar el lugar, descubrieron que nuestro vecino, un hombre callado y discreto de mediana edad, llevaba años grabando a los residentes del barrio.
Incluso colocaba cámaras en las casas donde lo invitaban a tomar un café, aprovechando su apariencia inofensiva.
Lo más espeluznante fue encontrar, entre cientos de archivos, una carpeta con nuestro nombre. Contenía semanas de grabaciones: nuestros movimientos, conversaciones, los momentos más íntimos Todo.
Al vecino lo detuvieron.
¿Y Lola? Se convirtió en nuestra heroína. Sin sus ladridos, habríamos seguido viviendo bajo mirada ajena, sin sospecharlo.
**Lección aprendida:** A veces, la lealtad de un animal ve lo que el ojo humano no alcanza. Nunca subestimes su instinto.

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MagistrUm
Nos despertamos por los ladridos agudos de nuestro perro, que estaba sentado en medio de la habitación mirando fijamente al techo: luego notamos algo espantoso y llamamos a la policía