„¡No uses al niño en mi contra!” – la miró con asco. – „¡Mírate! Gorda, descuidada. ¡Hay mujeres que dan a luz y siguen siendo delgadas! ¡Puaj! ¡Repugnante!”

„¡Mírate!” – gritó el hombre mientras agarraba su maleta. – „¡Vaca gorda! ¡Te odio!”

Sobre la tela azul claro de su camisa favorita ardía una descarada mancha roja. Pintalabios. No era el suyo.

„¿Clara, por qué? ¿Qué hice mal?”

„¡Eres un idiota!” – siseó ella, mientras él daba un portazo.

Se iba con su amante, seguro de su impunidad. No sabía que ya había tomado un camino sin retorno.

Su historia había comenzado como un cuento de hadas. Se conocieron en la oficina – jóvenes, llenos de esperanzas y sueños. Amor, boda, vida juntos. Luego vinieron años de tratamientos, lágrimas interminables y, finalmente, el nacimiento del pequeño Víctor. Ojos como los de su padre. Cabello oscuro, igual que el suyo.

Pero después del parto, todo cambió. El cuerpo de Clara ya no era el mismo. Se entregó por completo a su hijo, mientras que Alejandro se quedaba cada vez más tiempo en el trabajo. Al principio, no quería creerlo. Pero cuando vio por primera vez el pintalabios en su camisa, su mundo se derrumbó.

„¡Basta! ¡No puedo seguir viviendo contigo!” – caminaba nervioso por la habitación, arrojando ropa en la maleta. – „¡Hablaremos del divorcio más tarde!”

Ella se quedó inmóvil. Solo las lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas.

„Pagaré la pensión alimenticia, pero para todo lo demás – no me llames.”

„Alejandro, por favor. ¡Por nuestro hijo!”

„¡No uses al niño en mi contra!” – la miró con asco. – „¡Mírate! Gorda, descuidada. ¡Hay mujeres que dan a luz y siguen siendo delgadas! ¡Puaj! ¡Repugnante!”

Cada palabra era un puñal. Lo vio irse sin mirar atrás. Para siempre.

Divorcio. Pensión alimenticia. Vacío. Su madre la ayudaba con su hijo, pero el dolor y la humillación no la abandonaban.

Día tras día. Empezó a cuidarse. Deporte. Un nuevo corte de pelo. Ropa bonita. Una sonrisa. Por primera vez en mucho tiempo, se miró al espejo y se reconoció.

Y entonces apareció Marcos. Un compañero de trabajo que siempre la había apoyado. Su mirada era cálida, sus manos – seguras. Por primera vez sintió que alguien la valoraba, no por su apariencia, sino por su alma.

La boda fue sencilla, pero sincera. Marcos nunca la criticó por su físico, ni siquiera cuando el segundo embarazo volvió a traer algunos kilos de más. La amaba. Tal como era.

¿Y Alejandro?

La vida se burló de él. Su nueva esposa también dio a luz. Y también engordó. Las mismas palabras que alguna vez lanzó como cuchillos al corazón de Clara ahora resonaban en su propia casa.

„¡Vaca gorda! ¿Cómo pudiste dejarte así?!”

Un día, algunos amigos en común le contaron a Clara lo que había sucedido. Ella simplemente sonrió. El boomerang había vuelto.

Y ya no le importaba en absoluto.

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MagistrUm
„¡No uses al niño en mi contra!” – la miró con asco. – „¡Mírate! Gorda, descuidada. ¡Hay mujeres que dan a luz y siguen siendo delgadas! ¡Puaj! ¡Repugnante!”