¡No me avergüenzo! ¡Estoy orgulloso de haber nacido en un pueblo!

¡No me avergüenzo! Me enorgullezco de haber nacido en el pueblo.

Hola.

Llevo mucho tiempo observando cómo las personas nacidas en la ciudad desprecian a quienes han crecido en el pueblo. Parecen pensar que la vida más allá de su mundo pavimentado es algo inferior, que si alguien del campo llega a la ciudad para trabajar está ocupando el puesto “legítimo” de alguien más.

¿Saben qué? No me avergüenzo de ser de pueblo. Al contrario, estoy orgulloso de ello.

Y no voy a sentirme culpable por ganarme la vida en la ciudad. Todos tienen derecho al trabajo, al desarrollo y a la posibilidad de vivir como deseen.

Si he tenido que salir de mi tierra natal para encontrar empleo, eso no me hace menos que aquellos que han crecido entre cristal y hormigón.

El pueblo me enseñó a ser una persona
Nací en una familia normal, en una pequeña aldea, rodeado de campos y ríos, entre el aroma a césped recién cortado y hornos caseros.

Desde niño supe lo que es el trabajo.

Vi a mis padres levantarse antes del amanecer para trabajar la tierra, a mi padre reparando la valla después de la lluvia, a mi madre preparando la mesa para que toda la familia se reuniera a cenar.

Aprendí a valorar el trabajo, porque en el pueblo nadie espera que otros hagan las cosas por ellos.

Aprendí a ser agradecido, porque sabía el esfuerzo que costaba llevar el pan a la mesa.

Aprendí a respetar la naturaleza, porque entendía que la vida dependía de su benevolencia.

Y no quiero cambiar esta experiencia por paredes de hormigón, por la agitación, por los atascos perpetuos y el aire contaminado.

A menudo me dicen:
—Si tanto amas el pueblo, ¿por qué trabajas en la ciudad?

Pónganse a pensar: ¿por qué miles de personas que crecen en el campo se ven obligadas a ir a la ciudad? ¿Porque allí les gusta?

No. Porque así está organizada la sociedad. Porque cada vez hay menos trabajo en los pueblos y hay familias que alimentar.

Pero eso no significa que seamos insignificantes o que seamos menos que los que nacieron en apartamentos.

No quiero vivir en la ciudad, pero necesito trabajar
Sinceramente, no entiendo por qué la gente se maravilla tanto con la vida urbana.

Ruido. Suciedad. Edificios donde los vecinos escuchan cada uno de tus pasos. Coches que pasan horas en atascos. Personas que viven cerca pero ni siquiera se saludan.

¿Llaman a eso comodidad?

Yo vivo en mi propia casa.

De dos pisos, espaciosa, con un gran patio. Tengo mi propio huerto, mi jardín, mi poco de tranquilidad. Tengo espacio donde respirar a pleno pulmón, donde salir al patio por la mañana y ver el cielo infinito, no las paredes grises del edificio de al lado.

Pero sí, tengo que ir a la ciudad a trabajar.

Y sí, es incómodo. Si el coche se avería, se pierde el día. El autobús pasa una vez por hora: si no llegas a tiempo, llegas tarde.

Pero estoy dispuesto a soportarlo, porque para mí la libertad y el espacio de mi pueblo son más importantes que las cajas de hormigón de la metrópoli.

No menosprecien a los del campo, porque “pueblo” no es un insulto
A veces escucho cómo, en la ciudad, llaman a la gente “paleta” con desprecio.

Ridículo.

Los urbanitas creen que su vida es el ejemplo de éxito, pero cada vez más desean mudarse al campo.

¿Creen que comprando una casa rural han logrado la vida soñada? Pero apenas alguien del pueblo se traslada a trabajar a la ciudad, se convierte en “provinciano”.

Paradoja.

¿Quieren la verdad?

Entre los del pueblo hay más gente amable, generosa y decente que entre los que han crecido en la ciudad.

Porque en el pueblo es habitual ayudar al prójimo. No pasan de largo si alguien necesita ayuda. Saben lo que es la verdadera camaradería.

¿Y en la ciudad?

Puedes vivir décadas en el mismo edificio y no conocer a quien vive tras la pared. Puedes caer en la calle y nadie te ayuda. Puedes gritar y nadie te escucha.

Entonces, ¿quiénes son realmente los “provincianos”?

Si tienes mentalidad de pueblo, ni París ni Nueva York te salvarán
El lugar de nacimiento no es indicativo de inteligencia ni de decencia.

Puedes nacer en un pueblo y ser una persona educada y culta. O crecer en el barrio más prestigioso de la capital y seguir siendo inculto.

El problema no es dónde has nacido, sino en qué tipo de persona te has convertido.

Así que no hablen con desprecio: “Es de pueblo”.

Porque ser de pueblo no es una condena.

Es mi tierra chica.

Y me siento orgulloso de ello.

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MagistrUm
¡No me avergüenzo! ¡Estoy orgulloso de haber nacido en un pueblo!