**Diario de un Hombre**
¡No vuelvas a llamarme! ¿Para qué perder el tiempo con algo que no necesitas? Hace mucho que me di cuenta de que ni tú ni tus hijos os interesáis por si la abuela vive o cómo está.
Terminar mis estudios coincidió con dos eventos importantes: mi boda y mi primer trabajo. Empecé como gerente en una buena empresa. Tras unos años, pedí la baja por maternidad y nació mi hermosa hija, Lucía. Creció siendo una chica inteligente, así que mi esposa y yo no escatimamos en su educación en la Universidad Complutense. Al graduarse, mi mujer le consiguió un buen empleo.
Un año después, nos presentó a su prometido, se casaron y tuvieron gemelas. Mis nietas cumplieron ocho años cuando falleció su abuelo, mi esposo. Fue una pérdida devastadora para todos. Lucía entendió mi dolor y me llamaba cada día después del trabajo, contándome cosas mientras yo le hablaba de mi vida.
Pero con el tiempo, se volvió más ocupada. Si yo llamaba, ponía excusas para no hablar. Después, solo llamaba cada pocos días, y era más por compromiso: siempre estaba limpiando o saliendo. Un día, dolido, le espeté:
Si no tienes tiempo para tu propio padre, no llames. ¿Para qué hacerlo si estás ocupada con otra cosa?
Ella lo justificó, y yo me disculpé. Tras eso, empezó a llamar un poco más hasta que volvió a hacerlo solo una vez por semana.
Me sentía herido por su actitud. Llegó un momento en que ni comía ni dormía bien. El punto clave fue cuando pasó una semana sin llamar ni contestar. Cuando al fin lo hizo, le grité:
¡No me llames más! ¿Para qué perder el tiempo? Hace años que sé que ni tú ni mis nietas os importa si sigo vivo. Solo queréis que os mande comida y regalos de cumpleaños. ¡Nada más!
Ella se enfureció y dijo que no volvería a llamar si era tan egoísta. Sus palabras me revolvieron el estómago, el corazón me latió con fuerza y todo se volvió negro. Desperté en el hospital.
Una enfermera escuchó mi historia, pero al final, negó con la cabeza:
Ustedes, los mayores, olvidan que los jóvenes tenemos mil quehaceres: trabajar, criar hijos, progresar, atender la casa Es difícil encontrar hueco para largas conversaciones. Por eso deben valorar esos momentos, aunque sea un llamado rápido camino al supermercado. Mi consejo es breve: ocúpese en algo que le guste, y ni notará los días entre llamadas.
Tiene razón. Cuando haces lo que amas, dejas de preguntarte si alguien se preocupa por ti.
**Lección aprendida:** El amor no se mide en minutos de llamadas, sino en saber que, aunque la vida nos separe, el cariño sigue ahí, en silencio.






