**Día 15 de marzo**
¡No me llames más! ¿Para qué perder el tiempo con algo que no necesitas? Hace mucho que me di cuenta de que ni tú ni tus hijos os interesáis por saber si vuestra abuela vive o cómo está.
Terminé mis estudios en la misma época en que ocurrieron dos grandes acontecimientos: mi boda y mi primer trabajo. Empecé como gerente en una buena empresa. Tras unos años, me fui de baja maternal y tuve una hija preciosa, Lucía. Creció siendo una chica lista, así que mi marido y yo no escatimamos en gastos para que estudiara en una universidad prestigiosa. Al graduarse, mi esposo le consiguió un buen puesto.
Un año después, nos presentó a su novio, se casó y tuvo gemelas. Mis nietas cumplieron ocho años cuando falleció su abuelo, mi marido. Fue un golpe muy duro para todos. Lucía entendió lo difícil que era para mí, así que me llamaba cada día después del trabajo para contarme algo, y yo le hablaba de mi día.
Pero con el tiempo se fue volviendo más ocupada. Cuando yo llamaba, ponía excusas para no hablar. Luego, empezó a llamarme cada pocos días, pero era por compromiso, porque siempre estaba limpiando o saliendo. Un día, me sentí tan dolida que cuando me llamó, le espeté:
Si no tienes tiempo para tu propia madre, no llames. ¿Para qué hacerlo si vas a estar ocupada con otra cosa?
Ella salió del paso con alguna excusa, y yo me disculpé. A partir de entonces, llamó un poco más, pero pronto volvió a hacerlo solo una vez por semana.
Me sentía herida por su actitud. Llegó un punto en que ni comía ni dormía bien. Lo que me rompió fue que pasó una semana sin llamarme ni contestar. Cuando al fin lo hizo, le grité:
¡No me llames más! ¿Para qué perder el tiempo con algo que no te importa? Hace años que sé que ni tú ni mis nietas os preocupáis por si vuestra abuela vive o no. Solo queréis que os mande comida y regalos de cumpleaños. ¡Nada más!
Lucía se enfadó y me dijo que no volvería a llamarme si era tan egoísta. Sus palabras me dejaron sin aliento, el corazón me latía con fuerza y todo se volvió negro. Desperté en el hospital.
La enfermera escuchó mi historia, pero al oír el final, negó con la cabeza y dijo:
Ustedes, los mayores, olvidan que los jóvenes tenemos trabajo, hijos que criar, obligaciones en casa y mil cosas más. Es difícil sacar tiempo para una charla larga. Por eso deberíais valorar esos momentos en que, al menos, os recuerdan de camino al supermercado. Mi consejo es simple: buscad algo que os guste hacer, que os mantenga ocupados, y así no os daréis cuenta de los días que pasan entre llamadas.
Y tenía razón. Cuando haces lo que te gusta, dejas de preguntarte si alguien se preocupa por ti.
**Lección aprendida:** El amor no se mide en minutos de conversación, sino en saber que, aun entre el ajetreo, hay un espacio para ti.







