¡No hay lugar para ella en mi vida, y nunca lo habrá!

No hay lugar para ella en mi vida, y nunca lo habrá. Hoy he decidido expresar lo que siento. No espero compasión ni consejos; simplemente necesito soltar esta carga que llevo en el alma. Sé por lo que he pasado y, a pesar del dolor y la traición, seguiré adelante con la cabeza bien alta. Porque amé de verdad.

Con Elena nos conocimos hace cuatro años en una feria en Madrid. Ella vino solo por unos días, pero fue suficiente para que entre nosotros surgiera una chispa. Todo era como en una película: largas charlas, risas, miradas llenas de ternura. Tras dos meses, decidió mudarse conmigo, dejando atrás su vida en Barcelona.

Ambos habíamos pasado por un divorcio y una traición. Yo no mantenía contacto con mi exmujer, y ella tampoco con su exmarido. Elena me contaba cómo él le había arruinado la vida, cómo manipulaba a su hija para ponerla en contra de su madre. Ambos teníamos dramas ocultos, y parecía que por fin habíamos encontrado un amor maduro y tranquilo.

Era feliz. Pero ella no.

La amé de verdad. Nadie se había preocupado por mí de la manera en que lo hacía ella. Comenzamos a vivir juntos y planeábamos nuestro futuro. El amor a una edad más madura tiene un sabor especial. Sabes lo que quieres, valoras los momentos y vives con consciencia.

Pero la vida tenía otro golpe preparado para mí.

La traición.

A principios de julio, decidimos irnos de vacaciones juntos, al sur, a la Costa del Sol. Mar, sol, largas caminatas por la playa… Estaba seguro de que todo iba bien entre nosotros.

Sin embargo, de repente descubrí que su exmarido y su hija, junto con su nieta de dos años, también estaban de vacaciones cerca, en Marbella.

Recuerdo que ella decía que no tenían contacto, que su hija no quería saber nada de ella, que estaba cortada de su pasado. Pero un día, su teléfono sonó. Elena miró la pantalla y una sonrisa iluminó su rostro.

– ¡Por supuesto, venid! Estamos en el hotel… – escuché su voz.

No entendía qué estaba sucediendo. ¿Cómo podían haberse reencontrado de esa manera?

Un par de horas después, llegaron. Su hija no me miró en absoluto; toda su atención estaba centrada en su madre. Y Elena… brillaba. Nunca había visto a su nieta, y por fin se dio ese encuentro.

Ella lloraba de felicidad, abrazando a la pequeña, llenándola de besos. No podía evitar sentirme como un intruso.

– Saldré a dar un paseo, – dije, dándoles tiempo a solas.

Cuando regresé, vi a su exmarido mirándola… con ternura, con una extraña melancolía.

Sentí un nudo en el estómago.

La grieta invisible.

Cuando se fueron, volvimos a nuestra habitación. Elena se acostó de inmediato, ni siquiera me deseó buenas noches. Fue la primera vez que ocurrió.

Por la mañana, ella se veía extraña: nerviosa, pensativa.

– Solo tengo dolor de cabeza, – dijo.

Pero algo había cambiado.

Unos días después, anunció que teníamos que volver a casa antes. Empacó sus cosas a toda prisa, casi sin hablar durante el viaje.

Y luego… luego desapareció.

La desaparición.

Al día siguiente de regresar, se fue “por trabajo” a Barcelona. Y no volvió.

La llamé, pero siempre tenía excusas: “estoy en el metro”, “estoy en una reunión”, “te llamaré más tarde”. Pero nunca lo hacía.

Y yo no podía volver a marcar su número. Simplemente no podía.

Durante una semana estuve al borde del teléfono, pero luego lo dejaba sobre la cama, dándome cuenta de que escuchar otra de sus mentiras era insoportable.

Lo comprendí todo sin palabras.

La puerta cerrada.

Después de unas semanas, me llamó. Su voz era suave, casi avergonzada.

– Cometí un error. Me sentí… perdida… Lo siento.

Dijo algo más, pero ya no la escuchaba.

– Es tarde, Elena.

Y colgué.

No espero que su nuevo viejo amor cambie. Quizás en uno, dos o tres años vuelva a llamarme.

Pero ahora eso ya no importa.

En mi vida ya no hay lugar para ella.

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MagistrUm
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