Compramos un piso no para vivir con mi suegra: No quiero uno de tres habitaciones para evitar esta pesadilla
Mi marido y yo soñamos con tener nuestro propio hogar. Ya hemos solicitado la hipoteca e incluso pedimos dinero prestado a mi suegra. No es mala persona, pero su actitud posesiva me saca de quicio. Desde que enviudó, parece empeñada en controlar a todo el mundo, y eso nos está amargando la existencia. Ella tiene un piso amplio en el centro de Madrid, pero yo tengo claro: prefiero algo más pequeño, pero solo nuestro. No quiero que su sombra se cierna sobre nuestra casa.
Vimos un apartamento de tres habitaciones en una promoción nueva. Una de ellas era diminuta, perfecta para el vestidor que tanto deseaba. Pero mi suegra, Carmen López, se opuso. Dijo que era una tontería usarlo para eso. “¿Y dónde dormirán los invitados? ¿Y si viene la familia de visita?”, insistía, clavándome la mirada. Lo entendí al instante: hablaba de ella misma. Últimamente se queda en casa hasta altas horas, como si no quisiera volver a su piso vacío. Sus palabras sonaron a sentencia: si comprábamos uno de tres habitaciones, siempre estaría rondando o, peor, se mudaría con nosotros.
No soy ciega, sé hacia dónde va esto. Carmen López está sola, y sus atenciones se han convertido en un control asfixiante. Llama tres veces al día para “preguntar cómo vamos”, da consejos no pedidos e incluso intenta decidir cómo amueblaremos la casa. ¡No pienso compartir mi hogar con ella! Mi marido, Javier, y yo buscamos un piso para construir nuestra vida, no para complacer sus caprichos, por muy “buena gente” que parezca.
Puse un ultimátum: nada de tres habitaciones. “Quiero ver a tu madre solo en Navidad —le dije a Javier—. Si tanto quiere un cuarto de invitados, que lo haga en su casa”. Él intentó convencerme, diciendo que ella solo quiere estar cerca, que está mayor y la soledad le pesa. Pero no cederé. No sacrificaré mi tranquilidad por su “preocupación” obsesiva. Prefiero renunciar al vestidor antes de convertir nuestro hogar en una extensión del suyo.
Si vienen invitados, que duerman en un colchón inflable. Y si mi suegra insiste en quedarse, encontraré mil excusas para mandarla de vuelta. Esta es nuestra casa, nuestra vida, y no permitiré que nadie, ni siquiera ella, nos arrebate el derecho a ser sus dueños.