**Diario de un hombre**
Doña Natalia, no voy a seguir viviendo con su hijo. Dígaselo de mi parte dijo Lucía con firmeza.
¿Y con quién vas a vivir? ¿Quién te va a querer con una niña? No veo fila de príncipes esperándote tras la valla murmuró la suegra con sarcasmo.
Lucía empaquetaba las cosas de su hija. Las propias ya estaban en la maleta, solo lo imprescindible. Lo demás podría esperar.
Sus movimientos eran tranquilos y metódicos. Metió el pijama de abrigo de Sofía en la bolsa una marca mental. Luego los zapatos otra.
Ya no lloraba. Una noche en vela había sido suficiente para tomar una decisión: ella y Adrián tenían que separarse.
Lo oyó llegar a casa. Asomó la cabeza al dormitorio y, al no encontrarla, abrió la puerta del cuarto de la niña. Lucía fingió dormir.
Por la mañana, antes de irse al trabajo, Adrián se detuvo frente a la habitación de Sofía. Vaciló, pero no entró posponía la conversación para la noche.
Pero no habría conversación. En media hora, Lucía llamaría un taxi y se iría con Sofía, de dos años, a casa de sus padres.
Después de lo ocurrido ayer, no solo no quería hablar con Adrián, sino que ni siquiera deseaba verlo.
Se había acostumbrado a que llegara borracho los viernes, pero ayer era miércoles. Además, por la mañana, Lucía le había pedido que volviera temprano para cuidar de Sofía mientras ella se reunía con su amiga Carmen, quien le había prometido conseguirle un trabajo remoto.
No se atrevió a dejar a la niña con él en ese estado y llamó a Carmen para cancelar. A Adrián no le gustó.
¿A quién llamas? ¿De qué reunión hablas? la increpó.
Hablé con Carmen. Íbamos a vernos, pero no puedo dejar a Sofía contigo.
¿Por qué no?
Mírate al espejo. ¿Qué aspecto tienes? Vete a dormir, que mañana tienes trabajo dijo Lucía, yéndose a la cocina.
¡Quiet