Mis nietos nacieron, ¡pero mi nuera no quiere a mi perro! ¿Qué hago? No sé cómo actuar correctamente…
He decidido escribir aquí, esperando que muchos me entiendan. Quizá alguien me aconseje si tengo razón o si estoy equivocado, pero necesito una perspectiva.
Tengo dos hijos: Sergio y Alejandro. Ambos llevan mucho tiempo viviendo en España, aunque cada uno en una ciudad diferente. Sergio ya tiene familia y una pequeñita, mientras que Alejandro aún no ha encontrado a su compañera ideal.
Cuando mis chicos eran pequeños, nuestra familia se desintegró: su madre y yo nos divorciamos. Fue un periodo complicado. La casa se quedó vacía, los niños echaban de menos su hogar, y yo, entre el trabajo y cuidarlos, me sentía terriblemente solo.
Para llenar ese vacío y proteger el hogar, decidí traer un perro a nuestras vidas, una preciosa, inteligente y leal pastor alemán llamada Tera. Vivíamos en una casa con jardín y patio, así que había mucho espacio para ella.
Tera no fue solo una mascota, se convirtió en parte de la familia. Viajaba frecuentemente por trabajo, y cuando no estaba, ella era la auténtica dueña de casa, protegiéndolo y cuidando de los niños. Mis hijos la adoraban. A veces pensaba que sin ella, habría sido mucho más difícil criarlos.
Pasaron los años. Mis hijos crecieron y Tera envejeció. Cuando se fue, lo sufrí como si hubiera perdido a un ser querido. Me prometí que nunca más tendría otro perro, el dolor al despedirse es demasiado grande…
Sin embargo, los años siguieron y, cuando mis hijos se marcharon, me encontré solo en una gran y vacía casa. En ese silencio, la soledad se sentía aún más. Un día me di cuenta de que no podía vivir sin un amigo.
Así llegó a mi vida Rojo. Un perro pequeño, inteligente, y cariñoso. Un verdadero compañero. Bromaba que ahora en casa habíamos vuelto a tener a un hombre, aunque de cuatro patas.
Sabía que tendría que viajar a menudo a ver a mis hijos en España, por lo que elegí un perro que pudiera acompañarme. ¡Hemos volado juntos al extranjero cinco veces ya! Sigo todas las reglas: reservo boletos con anticipación, pago por su equipaje, antes del vuelo, lo mantengo con una dieta ligera para no exceder el límite de peso de 8 kg, le doy píldoras contra el mareo… A veces parece más difícil viajar con un perro que con un niño.
Pero él es como un hijo. El único que me recibe con alegría en casa cuando vuelvo, el que me calienta con su presencia.
Y entonces ocurrió algo que no esperaba.
Sergio fue padre de una niña. ¡Mi primera nieta! Estaba feliz, deseando pasar tiempo con la familia, ayudar, pasear con la pequeña, estar cerca. Pero de repente supe que mi nuera estaba categóricamente en contra de Rojo.
Primero dijo que temía una alergia en el bebé. Luego que el perro traería suciedad a la casa. Y finalmente, se compró un gato, como si lo hiciera a propósito para que no tuviera argumentos.
No podía creer lo que escuchaba. Me rompía el corazón.
Mis hijos –tanto Sergio como Alejandro– empezaron a convencerme de dejar a Rojo temporalmente en un hotel para animales. Incluso estaban dispuestos a pagar por todo, para que pudiera ir a quedarme con ellos más tiempo.
— Padre, deja al perro. Es solo un animal, nosotros somos tus hijos, tu nieta. ¿Cómo puedes compararlo? – me decía Alejandro.
Pero yo no podía hacerlo.
¿Cómo explicarles que Rojo no es solo un perro? Es mi consuelo en la soledad. Mi amigo. Duerme a mis pies, me escucha cuando estoy agobiado. Siente cuando estoy mal y simplemente se acuesta a mi lado, silenciosamente ofreciéndome su calor.
No podía simplemente dejarlo en un hotel, entre gente desconocida.
— Quien quiera verme, tiene que aceptar a mi perro también – respondí firmemente.
Mis hijos solo se miraron. No entendían. Para ellos, un perro era solo un perro. Para mí, era la esencia de mi vida.
No sé qué pasará en el futuro. Ellos siguen insistiendo, y yo sigo rechazando.
Pero una cosa tengo clara: mientras Rojo viva, no lo traicionaré. Estuvo a mi lado en momentos en los que nadie más pudo apoyarme.
No lo dejaré. Aunque eso signifique que veré a mi nieta mucho menos de lo que había soñado.