Mucho depende del destino

Mucho depende del destino

A menudo, las personas mismas hacen su vida difícil, incluso insoportable, pero a tiempo se dan cuenta de que hay que perdonar, comprender y amar. Entonces todo se arregla y vivir se hace más fácil. Elena no tenía hermanos. Era hija única y, a veces, sentía que le faltaba compañía.

Pero cuando Elena se casó con Antonio y descubrió que esperaban gemelos, no cabía en sí de felicidad.

—Mis hijas no se sentirán solas, juntas lo pasarán bien—, ese pensamiento le daba vueltas en la cabeza y le calentaba el corazón.

Pronto supieron que serían niñas. A Antonio le hubiera gustado un heredero, pero pronto olvidó ese sueño. Carlita y Verónica se apoderaron de su corazón por completo. Ambas eran preciosas y tan parecidas que Antonio no entendía cómo Elena las distinguía por detalles casi imperceptibles. Para él era un suplicio:

—Elena, no sé a cuál acabo de dar de comer y cuál sigue con hambre—, decía, mientras su esposa, riéndose, le acercaba a la que faltaba.

—¿Cómo las distingues? Es imposible. Siempre me pierdo, no sé quién es quién.

Pero lo único que nunca cambiaba era el amor que les tenía. Las niñas crecían, y Elena, que pasaba todo el día con ellas, estaba agotada. Contaba los minutos para que Antonio llegara del trabajo y la aliviara un poco. Soñaba con descansar, con una pausa. Estaba exhausta.

—Estoy harta de todo—, le soltó un día a su marido—. No puedo apartar los ojos de ellas ni un segundo. Meten las manos donde no deben. ¿No podrías pedirte unos días libres?

—Elenita, ya sabes que ahora no me van a dar vacaciones, y hay mucho trabajo. Además, soy el único que mantiene la casa. ¿Quién va a velar por nuestro bienestar? Sé que estás cansada, pero hago lo que puedo.

Antonio, en efecto, al salir del trabajo, se llevaba a las niñas de paseo para que Elena descansara un poco. Si el tiempo no acompañaba, jugaba con ellas en casa.

Un día llegó del trabajo, abrió la puerta y escuchó el llanto desconsolado de sus hijas. Entró corriendo en la habitación y encontró a Elena dormida en el sofá. La sacudió para despertarla y se dio cuenta de que estaba borracha.

Rápidamente calmó a las niñas, les

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