¡Mira qué vestido! ¿Puedes creer que lo tiré justo aquí?

¡Ahí está el vestido! ¿Puedes creer que lo tiré aquí?
Lucía abrió el cubo de basura y se quedó pálida como un paño. Casi todos los días se hacía la misma pregunta, sin encontrar respuesta: ¿qué había visto en Alberto?
A simple vista, él no era ningún príncipe azul. Hasta sus amigas se avergonzaban de él, y por eso aún creían que vivía sola. Solo su hermana sabía que compartía piso con un hombre.
Alberto tampoco era un romántico de cuento: trabajaba como soldador en una fábrica de metal. A veces, Lucía, frente al televisor, pensaba que era hora de terminar con él. Pero siempre que lo planeaba, él llegaba con flores o un detalle, y ella posponía la ruptura indefinidamente.
Antes de conocer a Lucía, Alberto ya había estado casado. Su matrimonio duró solo dos meses, pero dejó una hija. Cuando empezó su relación con Lucía, la niña ya tenía doce años. Hasta entonces, Lucía no había hecho esfuerzo por conocerla.
La oportunidad llegó justo antes de su cumpleaños.
Lucía Alberto habló con culpa, mi ex se va por trabajo y quiere que me quede con la niña un mes.
¿Tanto? frunció el ceño Lucía, sin querer esa “sorpresa” para su celebración.
¿Por qué tan largo? se quejó. Espero que tu ex sepa que una hija cuesta dinero.
No me ha pasado nada se encogió de hombros Alberto.
Pero tú pagas la manutención. ¿O sea que la niña está aquí un mes mientras su madre disfruta del dinero?
Con lo que gano, no hay mucho que disfrutar se rio con amargura.
¿Cómo te imaginas esto? explotó Lucía. Hay que llevarla al colegio, cuidarla ¿Por qué aceptaste sin consultarme?
Soy su padre respondió Alberto, confundido. ¿Querías que la rechazara?
¡Vives conmigo! ¡Es mi piso! ¡Y encima es mi cumple! No quiero que nadie lo arruine dijo con firmeza.
Alberto insistió en que no sería un problema, pero Lucía no se convenció.
Al día siguiente, llegó al piso una chica regordeta con maquillaje exagerado, que parecía de dieciséis. Sin saludar, miró a Lucía y preguntó:
¿Dónde está mi habitación?
Dormirás en la cocina respondió Alberto con una sonrisa torpe.
La niña puso los ojos en blanco y se encerró en el baño a llorar.
¿Qué fue eso? preguntó Lucía, furiosa. Una mocosa malcriada. Menos mal que celebraré mi cumple en un bar. Y tú no vienes.
¿Por qué? se sorprendió Alberto. Pensé que por fin me presentarías a tus amigas. Llevamos juntos más de medio año
Tú te quedas con la niña cortó Lucía, aliviada de no tener que mostrar a Alberto, un hombre ordinario, frente a sus amigas, cuyas parejas eran atléticas y elegantes.
Alberto no insistió.
Al día siguiente, Lucía se preparó para su fiesta. Por la mañana, colgó su vestido de fiesta. Alberto ni siquiera la felicitó.
Al volver del trabajo, descubrió que el vestido había desaparecido.
¿Dónde está mi vestido? gritó, entrando en la cocina, donde Paula, la hija de Alberto, estaba tumbada con el móvil.
¿Me oyes? le arrebató el teléfono.
¡Devuélvemelo! chilló Paula. Alberto entró corriendo.
¿Qué pasa? exigió. ¡Dale el móvil!
¿Dónde está mi vestido? apretó los puños Lucía.
No he tocado nada Paula sonrió burlona. Está loca. ¡Solo le caigo mal!
¡Devuélvele el teléfono! ordenó Alberto.
Lucía lo tiró al suelo. La pantalla se rompió, y Paula empezó a berrear.
Lucía se vistió rápido con lo primero que encontró y se fue de fiesta.
Esa noche, tomó la decisión: terminaría con Alberto.
A la mañana siguiente, él la esperaba despierto.
¿Sabes qué hora es?
Demasiado tarde respondió Lucía. Mañana os vais los dos.
¿Y encima me echas la culpa? se rio ella.
¡Le has roto el móvil a Paula!
¡Ella robó mi vestido!
¡Mi hija no ha tocado nada! gritó Alberto, rojo de ira. ¡Te lo juro!
Lucía, sin escuchar, sacó una botella de vino y bebió un trago pero lo escupió al instante.
¿Qué es esto? ¿Jabón? ¿Vas a decir que lo puse yo? abrió el cubo de basura y se quedó muda. ¡Aquí está el vestido! ¿Dirás que lo tiré yo?
Buscabas excusa para dejarme rugió Alberto. ¡Llevas tiempo queriendo hacerlo!
Lucía alzó una ceja.
Puse un micrófono en la habitación. ¡Escuché todo lo que decías de mí a tu hermana!
¡Vaya novedad! Siempre me pregunté cómo sabías que quería dejarte se burló Lucía. Es hora de decir adiós.
Esta vez, Alberto no intentó convencerla. Sabía que su relación había terminado.

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MagistrUm
¡Mira qué vestido! ¿Puedes creer que lo tiré justo aquí?