Mi suegra me tiró un cubo de agua para despertarme, pero no se esperaba lo que pasó después

Hace dos años que me casé, y desde el principio, mi suegra nunca me ha aceptado. Cree que su hijo merece alguien mejor que yo y hace todo lo posible por separarnos.
Al principio, intenté ignorar sus comentarios, pero con el tiempo, sus críticas se volvieron más frecuentes y dolorosas. Por mucho que me esforzara, nunca era suficiente para ella.
Mi marido, Javier, sabía lo que pasaba. Siempre me decía que era cuestión de tiempo, que su madre acabaría aceptándome y que, en el fondo, era buena persona.
Una mañana, entró en mi habitación y me tiró un cubo de agua fría, gritando: “¡Levántate, holgazana!” Me desperté de golpe, completamente empapada y sin poder creer lo que pasaba.
Cuando le pregunté por qué lo había hecho, respondió con tono autoritario: “En mi casa, nadie se queda en la cama hasta mediodía. Aquí todos madrugan.”
Miré el reloj: eran las 6:30 de la mañana, un domingo. No pude callarme. Con la voz temblorosa de rabia, le contesté: “¡Tengo derecho a descansar! Es mi único día libre.”
Ni siquiera intentó comprenderme. Me clavó la mirada y soltó: “¿Qué derechos? Mientras vivas bajo mi techo, olvídate de tus ‘derechos’. Aquí se hacen las cosas como yo digo.”
Esa fue la gota que colmó el vaso. Había cruzado todos los límites, y esta vez supe que tenía que actuar
Os cuento toda la historia y me encantaría saber qué opináis en los comentarios. ¿Creéis que mi suegra tenía derecho a tratarme así?
El resto de mi relato está en el enlace que dejé abajo.
Cuando le conté todo a Javier, estaba al límite, pero también decidida.
Le expliqué lo humillante que había sido el comportamiento de su madre y cómo me hacía sentir.
Le dije que ya no podía soportar que me tratara así, menos aún viniendo de alguien que debería ser una figura maternal, no una tirana.
Le dejé claro que no le pedía que eligiera entre ella y yo, pero necesitaba que tomara una postura clara.
Que me apoyara y pusiera límites a su madre.
Él se quedó callado un rato.
Luego, finalmente, me miró a los ojos y dijo: “Tienes razón. Somos tú y yo ante todo. Tenemos que irnos y vivir nuestra propia vida.”
Decidimos marcharnos juntos y empezar de nuevo, lejos de la influencia tóxica de su madre.

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Mi suegra me tiró un cubo de agua para despertarme, pero no se esperaba lo que pasó después