Hoy, quiero escribir sobre algo que me dejó helado. Después de la muerte de mi esposa, mi perra, Lola, se convirtió en mi única compañera verdadera y la razón de mi día a día. Confiaba más en ella que en cualquier persona. Siempre fue un ejemplo de obediencia y calma: nunca ladraba sin motivo, ni atacaba a nadie, y era amable con todos.
Sin embargo, ese día todo cambió. Nunca antes había ladrado a un extraño, pero cuando vio a aquel hombre, se lanzó contra él. No podía creer lo que pasaba hasta que descubrí el motivo.
Estábamos paseando por Madrid, y yo, sintiendo el peso de los años, me senté en un banco junto a la acera. Lola se tumbó a mis pies, tranquila como siempre. La gente pasaba, los coches circulaban, y todo parecía normal. Hasta que apareció él.
Era un hombre corriente: estatura media, ropa sencilla, nada llamativo. Pero su manera de caminar era nerviosa, acelerada, y su mirada, intensa, casi asustada. Cuando se acercó, Lola se puso tensa de golpe. El pelo del lomo se le erizó, y empezó a gruñir, algo que jamás había hecho. Antes de que pudiera reaccionar, saltó hacia adelante, ladrando con furia, como si intentara protegerme de algo invisible. Apenas pude sujetar la correa, tiraba con tanta fuerza.
El hombre se detuvo, desconcertado, y balbuceó:
Eh solo quería preguntar la hora
Pero Lola no se calmaba, y algo en su voz no me convenció. Tenía la mirada esquiva, como si estuviera inventando una excusa. Le respondí secamente, fingí mirar el móvil, y él se marchó rápido, lanzándonos una mirada hostil.
Pasaron unas horas. Ya en casa, vi en las noticias una foto de ese mismo hombre. Resultó que la policía lo buscaba por varios robos y atracos. Su método era siempre el mismo: acercarse con una excusa, distraer a la víctima y arrebatarle la cartera o el bolso.
Entonces lo entendí. Mi astuta Lola había percibido el peligro antes que yo, y no lo dejó acercarse. Quizá fue su instinto, quizá olió su miedo, pero una cosa es clara: debo confiar en ella siempre.
Quién sabe qué habría pasado si no hubiera estado allí. Hoy más que nunca, sé que un perro no es solo un animal. Es un protector, un amigo, y parte de la familia. A veces, los humanos fallamos, pero ellos nunca lo hacen.