Mi novia exigió que me deshiciera de mi querido gato de inmediato cuando le comenzó la alergia.

 

Hace poco tiempo, mi novia y yo decidimos dar el gran paso y empezar a vivir juntos. Después de ocho meses de relación, le propuse que se mudara a mi apartamento, un lugar que hasta entonces había compartido solo con mi fiel compañero de vida: mi gato Simón.

 

Simón había estado conmigo durante diez años. Lo adopté cuando aún vivía con mis padres y me lo llevé cuando me mudé a otra ciudad. Era más que una mascota; era mi familia, mi confidente, el único ser que había estado a mi lado en los momentos más difíciles.

 

Cuando Gabriela, mi novia, se mudó, me alegré de ver que trataba a Simón con cariño. Pensé que todo sería perfecto, pero en cuestión de semanas, comenzaron los problemas.

 

Gabriela empezó a sentirse mal. Sus ojos se enrojecían, estornudaba constantemente y su nariz no paraba de gotear. Al principio pensamos que era un resfriado, pero los síntomas no desaparecían. Su estado de ánimo también se deterioró; estaba más cansada, más irritable.

 

Preocupados, fuimos al médico. No se me pasó por la cabeza que el culpable pudiera ser Simón. Sin embargo, el diagnóstico fue claro y contundente: alergia severa al pelo de gato.

 

—¿Cómo puede ser? —pregunté incrédulo—. Gabriela ha estado con Simón antes y nunca ha tenido problemas. Además, ha convivido con animales toda su vida.

 

El doctor suspiró con paciencia y explicó:

 

—Las alergias pueden desarrollarse con el tiempo. Una cosa es estar en contacto ocasional con un gato y otra muy distinta es convivir con él a diario. En su caso, la exposición continua está agravando su reacción alérgica. Si no se elimina el alérgeno, los síntomas solo empeorarán.

 

Me sentí abatido. Amaba a Gabriela y no quería verla sufrir, pero ¿cómo podía deshacerme de Simón? Había sido mi compañero durante tantos años, siempre leal, siempre presente.

 

En el camino de regreso a casa, empecé a pensar en posibles soluciones. Tal vez podía llevar a Simón con mis padres temporalmente. O buscarle un hogar donde estuviera bien cuidado. No quería hacerlo, pero si eso significaba que Gabriela estaría mejor, tal vez no tenía otra opción.

 

Pero al llegar a casa, ella no me dio tiempo a reflexionar.

 

—¿Y bien? ¿Cuándo te deshaces de él? —preguntó con impaciencia.

 

Me quedé helado.

 

—Espera… No hemos hablado de esto. Necesito tiempo para encontrar una solución.

 

—¿Qué hay que hablar? —dijo ella, exasperada—. Me siento fatal, y el médico fue claro: necesito alejarme de lo que me provoca la alergia.

 

—Lo entiendo, pero Simón es parte de mi vida. No puedo simplemente sacarlo a la calle.

 

—¿Así que prefieres a un gato antes que a mí? —espetó, cruzándose de brazos—. ¡Increíble! ¡Eso solo demuestra que no te importo lo suficiente!

 

Fue entonces cuando me di cuenta de que algo estaba roto entre nosotros. No se trataba solo de la alergia. Se trataba de su falta de empatía, de su forma de exigir sin considerar mis sentimientos. Si de verdad me amara, al menos trataría de encontrar una solución juntos.

 

Algo en mi interior se quebró.

 

—Si realmente piensas que Simón es solo un problema del que hay que deshacerse, entonces creo que no tienes cabida en esta casa —le dije con frialdad.

 

Gabriela abrió los ojos con incredulidad. Creo que esperaba que cediera, que me doblegara a sus exigencias. Pero cuando vio que hablaba en serio, recogió sus cosas en silencio y se marchó.

 

Me quedé en el umbral de la puerta, viendo cómo desaparecía. ¿Dolía? Tal vez un poco. Pero en el fondo sabía que había tomado la decisión correcta.

 

Los seres humanos son importantes, sí. Pero solo cuando actúan con comprensión y respeto. Y si alguien es capaz de pedirte que abandones a un amigo fiel sin siquiera intentar buscar una solución juntos, entonces no merece un lugar en tu vida.

 

Así que no, no me arrepiento de haber elegido a Simón. Porque al final, el amor verdadero no impone ultimátums.

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MagistrUm
Mi novia exigió que me deshiciera de mi querido gato de inmediato cuando le comenzó la alergia.