En un solo instante, perdí tanto a mi hermana como a mi esposo. Para mí, esas personas ya no existen.
Lo que más me irrita de esta situación es la reacción de mi madre. Admite que mi hermana “se portó mal”, pero se enfada porque no quiero hablar con esa traidora. Su único argumento es: “¡Pero no sois extrañas!”. Sería mejor que lo fuéramos – al menos así no dolería tanto.
Siempre tuve una gran relación con mi hermana menor, Laura. Por supuesto, a veces discutíamos, pero enseguida hacíamos las paces. Cuanto más crecíamos, menos conflictos teníamos.
Nos llevábamos solo un año de diferencia, así que siempre estábamos en la misma etapa de la vida e incluso compartíamos el mismo grupo de amigos. Nunca noté que Laura se interesara por mis novios ni que intentara quitármelos – nuestros gustos eran completamente distintos.
Cuando apareció Javier en mi vida, no dudé en presentárselo a mi hermana. Como pasábamos mucho tiempo juntas, era importante para mí que Javier y Laura se llevaran bien. Rápidamente encontraron un punto en común, pero jamás noté nada sospechoso.
Javier y yo nos casamos y nos mudamos a su apartamento. Laura nos visitaba con frecuencia, a veces con su novio, con quien – o al menos eso creía yo – planeaba casarse. Pero más tarde se separaron, y mi hermana empezó a venir sola.
No me preocupaba cuando volvía del trabajo y encontraba a Laura y Javier tomando té en la cocina. ¿Qué había de raro en eso? Mi hermana había venido a visitarnos, yo aún no estaba en casa, así que me esperaba. Javier, siendo un hombre educado, le ofrecía té. Todo parecía normal, nada sospechoso.
Hasta que un día llegué a casa en el peor momento posible. Encontré a mi marido y a mi hermana en una situación que no dejaba lugar a dudas. Ni siquiera tuve que preguntar: “¿Qué está pasando aquí?”. Todo estaba claro.
Más tarde descubrí que llevaban un año “enamorados” en todos los sentidos de la palabra. Se veían en secreto a mis espaldas, y yo no me di cuenta de nada. Pero ¿quién hubiera imaginado que precisamente las dos personas más cercanas a mí me harían esto?
Después vino el divorcio y mi mudanza a un apartamento alquilado, porque no quería volver a casa de mis padres. No quería tener contacto ni con mi hermana ni con mi exmarido. Me enteré por mis padres de que estaban planeando su boda y que ya vivían juntos. Creo que se llevarán de maravilla – se lo merecen el uno al otro.
Lo que más me sorprende de toda esta situación es la actitud de mi madre. Por supuesto, en cierta medida criticó el comportamiento de Laura: “Eso no se hace, Laura, no está bien.” Pero espera que yo restablezca el contacto con mi hermana.
Su argumento principal es: “¡Pero no sois extrañas!”. Y precisamente ahí está el problema: no somos extrañas. Si hubiera sido una persona desconocida, no habría dolido tanto. Me engañaron durante mucho tiempo, y ahora se supone que tengo que fingir que no ha pasado nada.
– Pero es amor, el corazón no elige – intentó convencerme mi madre.
Si era un amor tan grande, podría haber venido y dicho: “Mira, la situación es esta – amo a tu marido, y él me ama a mí. Hablemos y veamos qué hacer con esto.” También habría dolido, pero al menos lo habría entendido. Pero de esta manera, me siento como si me hubieran escupido en la cara.
No justifico a mi marido – se comportó como un auténtico sinvergüenza. Pero nadie me obliga a mantener contacto con él. Simplemente lo borré de mi vida. Su traición quemó en mí cualquier sentimiento positivo que alguna vez tuve por él.
Si mi madre no se metiera, probablemente hace tiempo que habría dejado de dolerme también lo de mi hermana. Pero ella sigue recordándome a Laura. Hace poco me reprochó que no la felicitara por su cumpleaños – según ella, al menos eso debería haber hecho. Sí, claro, qué falta de educación. Pero acostarse con el marido de tu hermana, ¿eso es decente?
Mi madre todavía no entiende que el problema no es que mi hermana “me quitó” a mi marido. Si él no hubiera querido, nadie lo habría podido quitar. El problema es que ella, sin ningún escrúpulo, se acostó con mi marido en mi propia casa y luego me miró a los ojos como si todo estuviera bien. Eso es una verdadera traición. Y eso, no lo perdonaré jamás.