Oye, te cuento esta historia que me dejó helada…
Mi marido, Francisco López, de repente un día me soltó:
Necesito que hagamos una prueba de ADN. Estoy seguro de que nuestro hijo no es mío.
Me reí, porque parecía una locura. Pero la risa se me congeló en los labios cuando fuimos a hacernos las pruebas.
Esto pasó un martes. Estábamos cenando en casa, en Madrid, y de pronto me miró con esa cara que me dejó el alma en vilo.
Llevo tiempo queriendo decírtelo dijo, pero no quería hacerte daño. El niño no se parece a mí.
¡Pero si tiene los ojos de tu madre! ¡Ya lo hablamos! intenté defenderme.
Aun así. Quiero la prueba. O nos divorciamos.
Yo lo quería con locura, y adoraba a mi hijo, Lucas. Sabía que siempre le había sido fiel: nunca hubo otro hombre en mi vida. Pero para tranquilizarle, fuimos a la clínica y nos hicieron los análisis.
Los resultados llegaron una semana después. El médico me llamó y me pidió que fuera urgentemente. En el pasillo, me temblaban las manos. Cuando entré, levantó la vista de los papeles y me dijo serio:
Mejor siéntese.
¿Qué pasa, doctor? notaba el corazón a punto de saltárseme del pecho.
Y entonces soltó las palabras que me partieron la vida en dos…
Su marido no es el padre biológico del niño.
¡¿Cómo es posible?! casi grité. ¡Siempre le he sido fiel! ¡Nunca he estado con otro!
El médico suspiró hondo:
Sí, pero hay algo más raro. Usted tampoco es su madre biológica.
Se me nubló la vista. No podía creerlo.
¿Qué dice? ¿Cómo puede ser?
Hay que investigar respondió. Repetiremos las pruebas para descartar errores. Luego revisaremos los archivos del hospital.
Las pruebas se repitieron. Mismo resultado. Pasé dos semanas como en una niebla. Francisco se volvió distante, desconfiado, y yo lloraba por las noches abrazando a Lucas.
Empezamos a indagar. Buscamos registros antiguos del hospital, hablamos con médicos y enfermeras que trabajaban allí entonces. Muchos documentos se habían perdido, pero poco a poco se armó el rompecabezas.
Dos meses después, nos confirmaron: hubo un cambio de bebés en la maternidad. Nuestro hijo verdadero se lo dieron a otra familia, y a nosotros nos dieron a un niño que no era nuestro.
Lo peor es que en ese hospital ya había pasado antes. La dirección intentó tapar los errores, pero encontramos pruebas.
No sabía cómo seguir. Lucas, al que amaba con toda mi alma, no era de mi sangre… pero seguía siendo mi hijo.
A Francisco le costó aceptarlo.
Y en algún lugar del mundo, nuestro hijo verdadero crece… quizás en otra familia que tampoco sabe la verdad.
¿Te imaginas?