«Mi hija piensa que soy una mala abuela porque me negué a cuidar a mis nietos»

Hoy escribo esto con el corazón pesado. Tengo sesenta y cinco años, y aunque no me considero una mujer débil, la vida no ha sido fácil. Crié a mi hija, mantuve mi matrimonio y trabajé duramente. Ahora, tengo mi casa, sigo trabajando y mi marido está jubilado—aunque con problemas de salud. Nos apoyamos como podemos. Pero ahora, mi propia hija me ha llamado mala abuela.

Me lo dijo sin rodeos: soy una abuela egoísta por negarme a cuidar de mis nietos durante dos semanas mientras ella y su marido se van de vacaciones. Tiene treinta y cinco años, no trabaja—está en casa con los niños. Mis nietos, Lucas de siete y Javier de cinco, son cariñosos pero inquietos. Los quiero, claro. Antes nunca me negaba a cuidarlos; al contrario, siempre estaba ahí cuando necesitaban ayuda. Pero las cosas han cambiado.

Con la edad, me cuesta más: la presión, las articulaciones, el cansancio. Mi marido necesita atención, la casa no se mantiene sola, y a veces ni siquiera tengo fuerzas para sentarme a tomar un café por la tarde. Dos niños pequeños, de sol a sol, es demasiado para mí. No sería un descanso—sería un maratón agotador.

Cuando mi hija me anunció que dejaría a los niños conmigo sin pedírmelo, le dije la verdad: estoy agotada. Necesito tiempo para mí, aunque sean unos días al año. Pero ella estalló. Me llamó egoísta, dijo que nunca la quise de verdad, que le daria vergüenza de mí. Como un puñal en el pecho. Toda mi vida trabajé por ella, sin quejas, sin ayuda. ¿Y ahora esto?

Mi yerno no dijo nada, aunque sus padres viven aquí en Madrid y apenas ven a los nietos. ¿Por qué no reparten la carga? Pero no—todos dan por hecho que “la abuela estará ahí”. Como si no tuviera derecho a decir que no.

Solo les pedí que buscaran un equilibrio. ¿Por qué debo sacrificar mi salud y mi tiempo sola? Soy abuela, sí, pero no soy una niñera gratis. Soy una persona, con límites.

No quiero cortar la relación. Solo deseo que mi hija entienda: estos años con sus hijos son preciosos. Cuando crezcan, no volverán. Yo lo viví—trabajando, corriendo, y ahora lamento no haber disfrutado más de ella. No quiero que repita mi error.

Quizá no soy perfecta. Pero merezco respeto. ¿No puede una abuela decir “no” cuando ya no puede más? ¿O acaso ser madre o abuela es una condena de por vida?

Hoy, el corazón me duele, pero sé que tengo razón. El amor no es solo dar—también es comprender. Ojalá ella lo vea algún día.

Rate article
MagistrUm
«Mi hija piensa que soy una mala abuela porque me negué a cuidar a mis nietos»