Mi hija me entregó una invitación para su boda. Al abrirla, casi me desmayo.

¡Tío, no vas a creer lo que me ha pasado! Resulta que Begoña, mi hija, me ha entregado la invitación de su boda y, cuando la he abierto, casi me caigo al suelo.

Yo, como sabes, he estado casado dos veces. De mi primer matrimonio tengo a Begoña García, y del segundo un chaval llamado Miguel. La primera esposa, Isabel, nunca quiso tener hijos; no estaba preparada para ser madre. Yo quería que Begoña creciera bien, así que hablé con Isabel y le pedí que me devolviera a mi hija. Rosa, mi actual mujer, aceptó adoptarla como propia y la recibió con los brazos abiertos.

Cuando Begoña tenía diecisiete llegó corriendo y nos soltó que estaba embarazada. El padre del bebé, al enterarse, se largó sin decir ni una palabra. Nosotros no le dimos la espalda ni la culpamos; la apoyamos a ella y al futuro pequeñín. Rosa propuso que la registráramos en nuestro piso, y así lo hicimos.

Begoña estuvo sin curro hasta que Miguel entró al guardería. Rosa crió al chaval como si fuera suyo, lo quiso como a su propio hijo y nunca hizo diferencia entre él y Begoña, los quería a los dos por igual.

Pasó un año y Begoña conoció a otro tío. Se mudaron juntos y, después de un tiempo, decidieron casarse. Toda la logística de la boda cayó sobre Rosa: la decoración, la comida, los proveedores Begoña, por su parte, se limitó a repartir las invitaciones.

Y aquí viene lo que me dejó helado: al abrirlas, el sobre solo llevaba mi nombre, nada de Rosa. ¡Imagínate mi desconcierto! Sentí que me habían dejado fuera de la fiesta, aunque ella había puesto el alma en criar a Begoña y había coorganizado todo. No podía quedarme callado, así que me puse del lado de Rosa.

El día de la boda llegué al Registro Civil, les di la enhorabuena a los novios y, después, me devolví a casa. Ni siquiera me acerqué al restaurante de la celebración. Así quedó la historia, colega; ¡qué vueltas da la vida!

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MagistrUm
Mi hija me entregó una invitación para su boda. Al abrirla, casi me desmayo.