Mi esposo exigió una prueba de ADN, seguro de que nuestro hijo no era suyo: cuando llegaron los resultados, el médico llamó y reveló algo aterrador

**Diario personal**
Hace quince años que criamos a nuestro hijo juntos, y de repente, mi marido me soltó:
Siempre lo he dudado. Es hora de hacer una prueba de ADN.
Al principio, me reí porque la idea me pareció absurda. Pero la risa se me congeló en los labios cuando, al final, fuimos a hacernos las pruebas.
Fue un martes. Estábamos cenando en Madrid, en nuestro piso cerca de la Plaza Mayor. De pronto, me miró con una expresión que me heló la sangre.
Llevo tiempo queriendo decírtelo dijo, pero no quería hacerte daño. Nuestro hijo no se parece a mí.
¡Pero si tiene los ojos de tu madre! ¡Ya lo hablamos! intenté protestar.
Aun así. Quiero la prueba. O nos divorciamos.
Le amaba con toda mi alma, y adoraba a mi hijo. Sabía que siempre le había sido fiel: jamás hubo otro hombre en mi vida. Pero, para calmarlo, accedí. Fuimos a una clínica en Barcelona y nos tomaron las muestras.
Los resultados llegaron una semana después. El médico me llamó y me pidió que acudiera urgentemente. En el pasillo, me temblaban las manos. Cuando entré en su despacho, levantó la vista de los papeles y me dijo con gravedad:
Será mejor que se siente.
¿Por qué, doctor? ¿Qué pasa? Sentí el corazón latiéndome a toda prisa.
Entonces pronunció las palabras que cambiaron mi vida para siempre
Su marido no es el padre biológico de su hijo.
¡Pero eso es imposible! casi grité. ¡Siempre le he sido fiel! ¡Nunca he estado con otro!
El médico suspiró hondo:
Sí, pero hay algo más extraño. Usted tampoco es su madre biológica.
El mundo se me vino abajo. No podía creerlo.
¿Qué está diciendo? ¿Cómo puede ser?
Eso es lo que debemos averiguar respondió. Repetiremos las pruebas para descartar errores. Luego revisaremos los archivos para entender qué pasó.
Las pruebas se repitieron. El resultado fue el mismo. Viví dos semanas como en una niebla. Mi marido guardaba silencio, desconfiado, mientras yo lloraba por las noches abrazando a mi hijo.
Empezamos a investigar. Buscamos registros hospitalarios antiguos, entrevistamos a médicos y enfermeras que trabajaban allí entonces. Muchos documentos se habían perdido, pero poco a poco, todo cobró sentido.
Dos meses después, nos confirmaron lo peor: hubo un error en la maternidad. Nuestro verdadero hijo fue entregado a otra familia, y a nosotros nos dieron un bebé ajeno.
Lo más aterrador fue descubrir que en ese hospital ya había ocurrido antes. La dirección intentó ocultar los fallos, pero encontramos pruebas.
No sabía cómo seguir. Mi hijo, al que amaba con toda mi alma, no era de mi sangre. Pero seguía siendo mi niño.
A mi marido le costó aceptarlo.
Y en algún lugar del mundo, nuestro verdadero hijo crece quizá en otra familia que tampoco sabe la verdad.

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MagistrUm
Mi esposo exigió una prueba de ADN, seguro de que nuestro hijo no era suyo: cuando llegaron los resultados, el médico llamó y reveló algo aterrador