**El Recuerdo del Collar**
Un destello Un estruendo ensordecedor Oscuridad Solo oscuridad
Poco a poco, la negrura comenzó a disiparse. Oyó una voz a lo lejos:
Doña Verónica, es el equipo de rescate. Hubo una explosión.
El dolor le atravesaba el cuerpo, pero sintió el roce de una mano en su cuello. Intentó abrir los ojos, con esfuerzo. Entre las sombras, distinguió un colgante rectangular, grabado con los signos del zodiaco Los ojos serenos de una mujer vestida de blanco
¡A quirófano! ordenó alguien cerca.
***
Sus padres llegaron del trabajo. Su madre corrió directo a la cocina, echando un vistazo a la habitación donde su hijo hacía los deberes. Su padre, en cambio, notó al instante el mal humor del niño.
Antonio, ¿qué te pasa? le preguntó, pasándole la mano por el pelo.
Nada murmuró el chico, un niño de nueve años.
Vamos, dime.
Es por el Día de la Madre. La maestra nos retuvo hoy y dijo que tenemos que hacer regalos para las niñas.
¿Y eso es un problema? sonrió el padre.
Somos igual de niños que de niñas, y la maestra asignó a quién le tocaba regalar a quién. Antonio suspiró. Me tocó la fea, Verónica Espinosa.
Todas merecen un regalo, Antonio. Las guapas y las que no lo son tanto respondió su padre, hablándole como a un adulto. ¿Cómo las asignó? ¿Por orden alfabético?
No, por los signos del zodiaco.
¿Cómo? No pudo evitar reírse.
Por compatibilidad. Verónica es Virgo, y a los Virgo les va mejor con los Tauro. Y yo, justo, soy Tauro.
¡Pues mejor! Quizá, cuando crezcas, hasta te enamores de ella.
La risa del padre atrajo a la madre:
¿Qué pasa aquí?
Elena, vuelve a la cocina dijo el padre, poniéndose serio. Estamos hablando de algo importante.
Cuando ella se fue, Antonio preguntó con tristeza:
Papá, ¿y ahora qué hago?
¡Pues prepararle un regalo!
¿Qué regalo?
Mañana en el trabajo haré algo para ella.
¿Tú? Pero si trabajas en la fábrica
Sí, pero en el taller de galvanizado. Sabemos cómo tratar los metales.
No lo entiendo.
¡Mañana lo verás!
***
Al día siguiente, su padre llegó con un colgante dorado colgado de una cadena. En una cara, estaban grabados los signos de Tauro y Virgo. En la otra, con letra pequeña pero elegante, decía:
*”Para mi compañera Verónica, en el Día de la Madre. Antonio.”*
¡Qué hermoso lucía! Y cuando su madre lo envolvió en papel celofán, parecía aún más especial.
***
Llegó el día. La maestra no dio clase. Primero, los niños le entregaron su regalo. Después, ordenó que los niños dieran sus presentes a las niñas.
¡Qué alboroto se armó! Todos corrieron hacia sus compañeras. Antonio se acercó a Verónica y, tal como le enseñó su padre, dijo:
Verónica, feliz Día de la Madre. Quizá el destino una algún día a un Tauro con una Virgo.
Dicho esto, volvió a su sitio sin notar cómo el corazón de aquella niña, que él consideraba fea, latía con fuerza.
Poco después, la familia de Verónica se mudó a otro barrio, y ella cambió de escuela.
***
Antonio abrió los ojos. El techo blanco del hospital. Intentó mover brazos y piernas. Solo respondía el izquierdo.
¿Dónde estoy? murmuró.
Un ruido de muletas se acercó. Un compañero de habitación lo miró.
¿Ya estás con nosotros? Estás en Urgencias.
¿Tengo todos mis miembros? preguntó con voz débil.
Parece que sí respondió el otro, alegre. Solo estás vendado de pies a cabeza.
Eso es bueno.
Una enfermera se acercó.
¿Cómo te sientes?
¿Qué me pasó?
Estarás bien. Brazos y piernas funcionan. Quedarán cicatrices. Le alcanzó un teléfono. Tu madre pidió que la llames al despertar.
Hijo mío la voz de su madre temblaba.
Mamá, estoy bien dijo, fingiendo fortaleza. Solo unas cicatrices pequeñas. Pronto me darán el alta.
No me dejaron quedarme contigo. Voy para allá.
No te preocupes.
Colgó y sonrió a la enfermera.
Gracias.
No te irás tan pronto respondió ella. Tres semanas, seguro.
El compañero de habitación preguntó:
¿Qué pasó?
Soy bombero. En la fábrica, explotaron tanques de oxígeno. Llegamos antes que los bomberos. Era un lugar enorme, con tres heridos dentro. Empezamos a sacarlos Yo salí último Casi en la puerta, otro tanque estalló Lo demás no lo recuerdo.
Vaya paliza te dieron.
¡Antonio Gutiérrez! llamó la enfermera. Tienes visita.
Un compañero entró.
¿Cómo estás?
¡Entero! respondió con optimismo. Aunque solo puedo saludar con la izquierda.
No exageres.
¿Qué pasó después?
Estábamos saliendo cuando explotó. Volvimos y te sacamos Sangrabas mucho Los médicos ya estaban allí
Gracias.
¡Nos van a condecorar!
Para entonces ya estaré fuera.
Bueno, me voy. Llega el médico.
Poco después, entró un hombre de unos cuarenta años.
¿Cómo va, héroe?
Bien.
Si hablas, vivirás. Déjame examinarte.
¿Usted me operó?
No, fue la doctora Verónica. Volverá pasado mañana.
***
Dos días después, Antonio intentaba levantarse. El dolor seguía, su brazo derecho estaba maltrecho y su cuerpo marcado por una decena de heridas. Dos cicatrices en el rostro había chocado contra una puerta al explotar, pero el espejo le devolvió un rostro hinchado que, aun así, conservaba su virilidad.
Ese día, lo visitaría la cirujana que lo había cosido durante horas. Se sentía nervioso.
Entró ella. Joven, delgada, con gafas que no le quitaban elegancia, y una bata blanca que le sentaba bien. Antonio, a sus veintisiete, ya había estado casado. Se divorció al medio año “incompatibilidad de caracteres”, decían los papeles, aunque en realidad a su ex le disgustaba el sueldo de bombero.
Buenos días dijo la doctora, acercándose.
Buenos días. ¿Usted me operó?
Sí. ¿Algún problema?
Déjeme examinarlo.
Se inclinó sobre él Y entonces lo vio. El colgante del zodiaco colgando de su cuello.
¡Verónica Espinosa! exclamó.
Ella lo miró, sin reconocerlo tras su rostro hinchado.
Disculpe
Soy Tauro señaló el colgante.
¿Antonio Gutiérrez? sus labios temblaron. ¿Todavía te acuerdas de mí?
Claro respondió, posando su mano en la de ella al ver sus lágrimas.
Perdona se secó los ojos con un pañuelo. Nunca pensé que nos volveríamos a ver así.
Ese día,