Me separé de mi marido, y ahora él es muy feliz. Demuestra que yo era quien lo limitaba y le impedía llevar una vida normal.

Me separé de mi marido, Javier, y ahora él parece más feliz que nunca. Él insiste en que yo era la que le impedía vivir con normalidad.

Nadie me había herido tanto como él. Hace tres meses que no nos vemos; la última vez fue cuando llevé a mi hija Lola a pasar el fin de semana con él en su piso de la zona de Salamanca. Apenas han pasado doce semanas y ha cambiado de tal forma que me cuesta reconocerlo.

Durante años le repetía que debía perder peso, pero él no quería escuchar y se alimentaba de comida rápida y refrescos, engordando cada día más. Pasaba el tiempo tirado en el sofá y era imposible sacarlo a dar una vuelta, mucho menos convencerlo de ir al gimnasio. Hoy, sin embargo, ha colocado una colchoneta de gimnasia en el punto más visible de su apartamento. Le ha hecho un corte de pelo nuevo y su ropa luce impecable, a pesar de que antes parecía no tener a nadie que le cuidara. Yo nunca logré enseñarle a cargar la lavadora ni a ponerla en marcha, y ahora él, de repente, sabe hacerlo todo por sí mismo.

Así que hablamos

Yo ya estaba harta de sus acusaciones. Me decía que, durante el matrimonio, lo había menospreciado y que por eso había sido un idiota; ahora había dejado de serlo y yo y la bebé ya no formábamos parte de sus planes. Tiene una nueva novia con la que está muy contento y a la que dedica tiempo para mejorar su cuerpo, su carácter y sus ingresos. Eso me golpeó más fuerte que nada. No hizo ni un gesto por mí ni por su hija, y se transformó por completo por aquella mujer.

Dicen que hay que dar tanto como se espera recibir, pero mi marido nunca supo corresponder en la misma medida. Lo amaba, lo respetaba y, de vez en cuando, le hacía algún comentario, aunque él no creía que hubiera que cambiar nada. Yo nunca recibí nada a cambio

Incluso después de la ruptura, su prioridad sigue siendo él mismo, no la hija a la que había dejado de ver durante tanto tiempo. Ojalá, al menos una vez, se pusiera en mi lugar, se esforzara y obtuviera lo que yo siempre le pedí. Pero, ¿quién sabe?

Al final, he aprendido que el amor propio y la capacidad de seguir adelante son el mejor regalo que uno puede darse; no podemos esperar que otros cambien por nosotros si nosotros mismos no cambiamos primero.

Rate article
MagistrUm
Me separé de mi marido, y ahora él es muy feliz. Demuestra que yo era quien lo limitaba y le impedía llevar una vida normal.