Marina nunca confió en su marido. Por eso, tenía que depender solo de sí misma. Así había sido su vida matrimonial.
Su marido, **Javier**, era tan apuesto como un cuadro. Además, tenía un carisma increíble y era el alma de cualquier reunión. Bebía con moderación, no fumaba y no tenía interés en el fútbol, la pesca ni la caza. En resumen, **”un verdadero caballero – digno de un palacio”**.
Por todas estas cualidades, Marina sabía muy bien que su marido encontraba consuelo fuera de casa. Hombres como él eran raros, y las **”cazadoras”** aparecían por sí solas…
Lo único que la tranquilizaba era **el amor incondicional de Javier por su hijo, Alejandro.** Le dedicaba todo su tiempo libre y nunca se cansaba de él. Marina creía que este amor paternal era suficiente para mantener unida a su familia.
…En la escuela, los niños llamaban a Marina **”Pelirroja”**, debido a su cabello rojo fuego y a las pecas que cubrían su rostro.
Su madre, una mujer de extraordinaria belleza, le repetía desde niña:
— **Marina, cariño, eres como el patito feo. Perdóname la comparación, pero debes aceptar esta amarga verdad. Y ¿quién más te la diría en la cara, si no tu propia madre? Tal vez ningún hombre quiera casarse contigo, así que tendrás que depender solo de ti misma. Estudia, haz una carrera. Y si aparece un buen hombre, no seas exigente. Sé una esposa fiel y obediente.**
Estas palabras quedaron grabadas en la mente de Marina toda su vida.
Después de terminar la escuela con las mejores calificaciones, ingresó a la universidad. Allí conoció a su futuro marido. No entendía qué había atraído a un joven tan atractivo hacia ella. Más tarde, **Javier** le confesó que ella había sido la única mujer a la que se había atrevido a acercarse. Marina no usaba maquillaje, vestía con sencillez y no sabía coquetear con los hombres.
Cuando Marina se dio cuenta de que un hombre tan apuesto estaba realmente interesado en ella, decidió tomar la iniciativa. ¡No podía dejar escapar un regalo del destino como ese! **Fue ella quien le propuso matrimonio a Javier.** El joven se sorprendió ante una propuesta tan audaz, pero Marina lo tranquilizó:
— **Seré una esposa dulce, obediente y fiel. El amor llegará con el tiempo.**
Javier dudó al principio, pero finalmente aceptó. Un papel importante en su decisión lo jugó su madre, **Elena Morales**. Cuando su hijo le presentó por primera vez a su futura esposa, Elena la miró con evidente desaprobación. Su hijo era **un hombre encantador, “un gran partido”**. ¡Cualquier mujer habría dado lo que fuera por casarse con él! Y ahora, frente a ella, estaba… una chica llena de pecas y sin gracia.
El primer encuentro con su futura suegra no fue bueno.
Marina notó la desconfianza de Elena Morales, pero no estaba dispuesta a rendirse. Unos días después, la visitó sola. **Tenía que salvar su futuro matrimonio.** Su suegra la recibió y le ofreció té. Esta vez, Marina ya no le pareció tan insignificante.
Marina prometió que **sería fiel a Javier por el resto de su vida.** Este argumento pesó más que todas sus **”imperfecciones”**.
Elena era una mujer solitaria. Su marido la había dejado por otra, pero regresó un año después – cansado y arrepentido. Sin embargo, su familia ya no lo quiso de vuelta. Elena se preguntó toda su vida si debía haberlo perdonado. Pero sabía que el dolor de la traición nunca desaparecería.
Criar a su hijo sola había sido increíblemente difícil. Por eso, **Elena aceptó el matrimonio de Javier y Marina.** Comprendió que esa mujer esperaría a su hijo, sin importar lo que pasara.
…Un año después, nació su hijo, **Alejandro**. Era idéntico a su guapo padre, lo que hizo muy feliz a su abuela.
**Javier adoraba a su hijo**, lo cuidaba con una devoción infinita. Alejandro se convirtió en el centro de su mundo.
Pero el amor por su esposa nunca floreció.
Marina tampoco sentía pasión por Javier. Su relación era tranquila y monótona. Ella lavaba y planchaba sus camisas, cocinaba, le daba un beso en la mejilla antes de dormir. Javier le entregaba todo su sueldo, le llevaba flores en su cumpleaños, la besaba cada mañana antes de irse al trabajo. **Parecía más un ritual que un matrimonio por amor.**
Después de cinco años, **Javier finalmente encontró el amor.** Pero no en su hogar.
Se llamaba **Isabel**, una mujer de una belleza impactante, casi irreal. Javier no pudo resistirse a su encanto. Durante seis meses, se vieron en secreto, hasta que Isabel le dio un ultimátum:
— **No seré tu amante. O te casas conmigo, o nos separamos.**
Javier estaba confundido. No quería perder a Isabel, pero su hijo era igual de importante para él. En ese momento, **no pensaba en absoluto en Marina.**
Cuando **Alejandro** cumplió cinco años, **Javier hizo sus maletas y se fue de casa.**
Marina recordó entonces las palabras de su madre. De niña le parecieron crueles, pero ahora entendía que **sobreviviría sin dramas.** Claro, una parte de su corazón se había roto, pero no se ahogaría en el dolor.
Mientras Javier se marchaba, Marina **le dijo con calma**:
— **Si cambias de opinión, la puerta siempre estará abierta. Pero no tardes demasiado. Alejandro te ama.**
Javier dudó durante mucho tiempo entre su hijo e Isabel.
Marina **dejó su cepillo de dientes** en el baño. Cada vez que Javier visitaba a su hijo, lo veía allí, recordándole dónde estaba su hogar. Un día se lo llevó, pero en su siguiente visita **había uno nuevo en su lugar…**
Los años pasaron.
Marina **finalmente aceptó que Javier nunca volvería.**
Decidió que era hora de dejar de esperar. **Durante unas vacaciones, tuvo una breve relación sin compromisos.**
Nueve meses después, **Alejandro tenía una hermanita – Elena.**
Una noche, alguien llamó a la puerta.
— **¡Es mi papá!** — exclamó la niña.
Marina abrió la puerta.
**Javier estaba en el umbral.**
— **¿Puedo entrar?**
— **Entra.**
Dos semanas después, Marina llamó a una amiga:
— **Una vez me preguntaste cuál sería el segundo nombre de mi hija. Recuerda esto – Elena Javier!**