Lola Isabel Méndez llevaba cada día un dolor callado, como una herida que nunca cicatrizaba del todo. En 1979, siendo muy joven, perdió a sus hijas gemelas cuando apenas tenían ocho meses. Las pequeñas fueron sacadas de un hospital público en España y dadas en adopción de manera ilegal; Lola Isabel nunca dejó de preguntarse qué sería de ellas, en qué ciudad vivirían, si alguna vez se acordarían de ella. Durante años buscó en archivos militares, parroquias, registros civiles, como si fueran cajas de secretos que nunca se abrían.
Quizás las encuentre algún día, aunque sea en un recuerdo lejano murmuraba para sí. Las llamo todas las noches en mis sueños.
Pasaron décadas de silencio, de pistas que se esfumaban, de callejones sin salida. Un banco de ADN con sede en Alemania, especializado en reunir familias separadas, apareció como un rayo de luz en su camino. Lola Isabel envió sus muestras, esperó con el corazón en un puño, revisando correos electrónicos con dedos que temblaban. Fue un vaivén de esperanza y miedo, de preguntarse si estarían vivas.
El día que recibió la llamada, el mundo se le detuvo. Las encontramos, le dijeron. Eran sus hijas, pero estaban en Francia. Habían crecido con otra familia, lejos de ella, con nombres distintos, otro idioma, otra vida. Pero algo de ella latía dentro de ellas.
Mamá oyó que decía una de ellas al teléfono, con la voz quebrada.
Lola Isabel contuvo el aliento.
Soy yo susurró, con los ojos inundados.
El encuentro se preparó con cuidado. No hubo cámaras, ni espectáculo, solo el anhelo de ver sus rostros. Cuando llegaron, las gemelas bajaron del avión con maletas ligeras pero cargadas de años perdidos. Sus miradas buscaban algo en el aire, como si intentaran reconocer lo que el tiempo había borrado.
Mamá dijo Lucía Ana, una de ellas, abriendo los brazos.
Las niñas, ahora mujeres, se fundieron en un abrazo que atravesaba 45 años de ausencia. Fue un choque de silencios, de lágrimas que ahogaban las palabras. Lola Isabel las estrechó fuerte, sintiendo por fin sus cuerpos contra el suyo, los latidos de esas hijas que había amado en la distancia, llorado en soledad, soñado sin pruebas.
No hay palabras para esto dijo Lola Isabel, entre sollozos. He esperado una vida entera por este momento.
Las gemelas, entre risas y lágrimas, respondieron:
Nunca dejamos de pensar en ti dijo Clara Rosa. Te buscábamos en las canciones, en fotos viejas, en historias que no eran las tuyas.
Nos mintieron, nos dijeron que no nos querías añadió Lucía Ana, con la voz temblorosa. Pero verte ahora lo borra todo.
Caminaron juntas por el aeropuerto, tomando fotos como quien intenta atrapar el tiempo. En casa, bajo la luz cálida de la cocina, com