Mamá quiere quedarse con nosotros mientras no está la suegra, pero ella prohíbe dejar entrar extraños en su casa.

Oye, tengo una historia que me parte el alma. Resulta que mi suegra no quiere dejar entrar a nadie en su casa mientras ella no está, y eso incluye a mi madre.

Tengo 25 años, me llamo Lucía, y estoy viviendo una situación que me está destrozando. Mi marido, Javier, y yo vivimos en el piso de su madre, Rosario Martínez, en un pueblo cerca de Valencia. No es algo temporal, vamos a estar aquí al menos hasta que yo termine mi baja por maternidad. Hace tres meses nació nuestra hija, Alma, y ahora toda nuestra vida gira alrededor de ella. Pero en vez de sentirme en casa, me siento como una prisionera en un lugar donde mi suegra impone sus normas, y ni siquiera puedo recibir a mi madre.

El piso de Rosario es amplio, de tres habitaciones, con buena distribución, balcón y cocina grande. Hay espacio de sobra para cuatro personas. Javier tiene su parte de la propiedad, así que técnicamente también es nuestra casa. Nosotros ocupamos solo una habitación para no molestar. Como estoy dando el pecho a Alma, dormimos juntas y hasta ahora nadie se ha quejado. Pero la convivencia se ha vuelto insoportable. Rosario no es muy de limpiar, así que toda la casa ha caído sobre mis hombros. Desde antes de dar a luz ya estaba quitando años de polvo, y ahora mantengo todo impecable porque con un bebé no se puede vivir en el desorden. Fregar, planchar, limpiar… todo recae sobre mí. También cocino yo sola, porque Rosario ni se acerca a los fogones. Menos mal que Alma es tranquila y se queda durmiendo o jugando en su cuna mientras yo me vuelvo loca con las tareas.

Mi suegra no hace nada. Antes al menos unas veces fregaba los platos, pero ahora ni eso. Deja los platos sucios en la mesa y se va. Yo callo para evitar broncas, pero por dentro estoy que echo humo. ¿Tan difícil es lavar un plato después de unas lentejas? Parece una tontería, pero es la gota que colma el vaso. Yo limpio, cocino, plancho, y ella en el sofá, viendo la tele o chismorreando por teléfono. Intento no discutir, trago mi rabia, pero cada día me siento más vacía.

Hace poco Rosario anunció que en otoño iba a visitar a su familia en Andalucía. Su sobrina se casa y quiere ver a sus hermanas y sobrinos. ¡Qué alegría! Por fin estaríamos Javier, Alma y yo solos, como una familia de verdad. Ese mismo día llamó mi madre, Carmen Ruiz, que vive en Zaragoza y aún no ha conocido a su nieta. Me dijo que echaba de menos a Alma y quería venir. Estaba en las nubes—mi madre por fin podría abraa su nieta, y yo sentiría por un momento el calor de mi casa.

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MagistrUm
Mamá quiere quedarse con nosotros mientras no está la suegra, pero ella prohíbe dejar entrar extraños en su casa.