«Mamá, ¡ese mesero se parece tanto a papá!»
Hay instantes en la vida donde el tiempo parece detenerse, cuando la realidad se distorsiona ante nuestros ojos, cediendo paso a una extraña confusión. Aquella noche, mi vida giró hacia algo inexplicable.
Habían pasado meses desde que mi esposo se fue, arrebatado por una enfermedad demasiado pronto. Mi hijo y yo intentábamos, como podíamos, recuperar algo de normalidad en nuestra vida, llenar ese vacío inmenso. Decidimos salir a cenar juntos, distraernos, reír, reconectarnos.
Sentados en el restaurante, entre aromas de platillos deliciosos y murmullos de otros comensales, mi hijo, con su inocencia habitual, rompió el silencio de un modo que me heló la sangre. «Mamá, ¡ese mesero se parece tanto a papá!»
Al principio no procesé sus palabras. Luego, volviéndome lentamente, mis ojos se encontraron con los del mesero. Un hombre de unos treinta años, impecablemente vestido de blanco, sonreía mientras nos guiaba a nuestra mesa.
Y entonces, todo cobró sentido en un instante. Sus rasgos, sus gestos, sus ojos Había algo profundamente familiar. Era como ver a mi esposo, como si hubiera regresado de las sombras del pasado. Pero mi esposo no estaba allí. Había fallecido.
Me quedé paralizada, incapaz de moverme.
¿Qué estaba pasando? ¿Quién era él? Casi me desmayo cuando descubrí la verdad.
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«Mamá, ¡ese mesero se parece tanto a papá!» La madre se giró y se quedó inmóvil, pero su esposo estaba muerto
Corrí hacia el mesero, el corazón acelerado, sin comprender qué ocurría. Ya había desaparecido tras la puerta de la cocina, pero lo alcancé justo antes de entrar. Me miró sorprendido, y tuve que esforzarme por mantener la calma en la voz.
«Disculpe pero» Las palabras se atascaron en mi garganta. «Se parece muchísimo a mi esposo.»
Él sonrió levemente, claramente incómodo. «Lo siento, no quise incomodarla.»
Hizo una pausa antes de continuar con suavidad. «Entiendo Seguro me confunde con alguien.»
«Mamá, ¡ese mesero se parece tanto a papá!» La madre se giró y se quedó inmóvil, pero su esposo estaba muerto
«En realidad, mi padre fue amigo cercano de su esposo. Siempre supe de él, incluso después de su partida.»
Me quedé sin palabras, observando a este hombre que parecía un reflejo del pasado. Me contó que era hijo de un antiguo compañero de trabajo de mi esposo, que habían laborado juntos años atrás pero perdieron contacto tras un suceso trágico.
Aquel mesero, aquel desconocido, era el hijo de alguien que conocía bien a mi marido, y que, de manera inexplicable, parecía encarnar su esencia. El destino lo puso frente a mí, como un eco del ayer.