Los visitan durante el fin de semana

Los suegros llegaron el fin de semana

—Madre, ¿¡has perdido el juicio?! ¿¡Qué suegros!? —gritó Laura por el teléfono, casi dejándolo caer de las manos—. ¡Te lo he dicho mil veces, que con Jorge solo salimos!

—¿Y qué, salir significa que no es serio? —la voz de su madre sonaba decidida y no auguraba nada bueno—. Laurita, ¡ya tienes veintisiete años! Otras a tu edad llevan años casadas, con hijos, ¡y tú sigues jugando! Sus padres son buena gente, trabajadores, tienen un piso de tres habitaciones en Carabanchel…

—¡Mamá! —Laura cerró los ojos, intentando calmar el dolor de cabeza—. Escúchame bien. NO estoy preparada para casarme. NO quiero hablar de esto con desconocidos. ¡Y deberías habérmelo consultado!

—Demasiado tarde para consultas —su madre empezaba a enfadarse—. Ya les he llamado, llegarán mañana por la mañana. Jorge lo sabe, por cierto. Hablé con él ayer y aceptó.

Laura se dejó caer lentamente en el sofá. Jorge había aceptado… Claro, ¿qué iba a perder él? Vivía tranquilo en el piso de sus padres, iba a trabajar día sí, día no, y ahora esto: una novia con casa y sueldo.

—Mamá, ¿y si los cancelamos? Podríamos decir que estoy enferma…

—Laurita —la voz de su madre se suavizó de repente, casi suplicante—. Entiéndelo, hija. ¡Quiero tener nietos! ¿Y si me pasa algo y te quedas sola? Jorge es un buen chico, no bebe, no fuma…

—¿No bebe? —bufó Laura—. ¡Si anteayer apenas podía tenerse en pie!

—¡Bueno, pero era fiesta! —se justificó su madre—. Venga, cariño, ven mañana a las diez. Ya he comprado pollo y encargaré un pastel…

La llamada terminó. Laura permaneció sentada un minuto, mirando al vacío, hasta que se levantó bruscamente y empezó a caminar por la habitación. Tenía que hacer algo, ¿pero qué? ¿Matar a Jorge? ¿A su madre? ¿O escapar a la casa de una amiga hasta el lunes?

El teléfono volvió a sonar.

—Laura, soy yo —la voz de Jorge sonaba culpable—. Oye, tu madre me llamó ayer…

—¡Qué cabrón! —susurró Laura—. ¡Podrías habérmelo dicho!

—¡Pensé que estaba de broma! ¡En serio! ¿Quién se casa por compromiso familiar hoy en día? Creí que lo olvidaría…

—¿Y cuándo te diste cuenta de que hablaba en serio?

—Cuando mis padres empezaron a elegir el pastel —reconoció Jorge—. Laura, ¿y si jugamos el papel? Charlamos un rato, ellos se tranquilizarán…

—Jorge, ¿entiendes que después de este circo mi madre me casará contigo bajo custodia? ¡Seguro que ya está buscando vestidos!

—¿Y qué? —su tono cambió—. ¿Acaso no soy suficiente para ti?

Laura calló. Ahí estaba el problema. Jorge le gustaba, mucho. Alto, guapo, amable. Pero le faltaba… carácter. Nunca decidía nada solo. Siempre consultaba a su madre, hasta para elegir camisa. Y ahora esto.

—Escucha, Jorge —empezó con cuidado—. ¿Tú quieres casarte? ¿Conmigo, digo?

—¡Claro que sí! —respondió demasiado rápido—. Es decir… en principio… nos conocemos bien…

—Eso no es respuesta —suspiró Laura—. Bueno, nos vemos mañana.

Pasó la noche cambiándose de roba: demasiado elegante, pensarían que accedía; demasiado sencilla, su madre la sermonearía. Al final optó por un traje gris: formal pero discreto.

Por la mañana, decidió cancelar. Llamaría a su madre con una excusa… pero el teléfono no sonó. Su madre ya estaría en el mercado, comprando manjares.

A las diez menos cuarto, Laura estaba frente a la casa de sus padres, sin atreverse a entrar. Una vecina regaba las macetas y la observaba.

—¡Laurita! —la llamó su madre desde arriba—. ¡Entra ya!

La recibió con delantal y aire misterioso.

—¡Bien que llegaste temprano! Ayúdame con la mesa. Mira, compré arenque para ensaladilla rusa… ¡Y caviar! No es rojo, pero vale…

—Mamá —intentó hablar Laura, pero su madre la arrastró a la cocina.

—¡Qué traje más bonito! Formal, adecuado. A los padres de Jorge les gustan las chicas discretas…

—¿Cómo sabes eso?

—¡Ya nos conocemos! —anunció orgullosa—. Los conocí cuando fui a buscar un informe médico para Jorge. Miren Ibarra, su madre, es encantadora. Charlamos media hora, me contó todo de ti…

—¿De mí? ¿Qué?

—Que eres guapa, trabajadora, tienes piso… ¡Les encanta que Jorge haya encontrado una novia así!

Laura sintió hervir la sangre. ¡Ya hablaban de ella como prometida! ¡Sin consultarle!

—Mamá, escúchame —la tomó de los hombros—. No quiero casarme ahora. ¿Entiendes?

—¿No quieres? —frunció el ceño su madre—. ¿Entonces por qué sales con él? ¿Para divertirte? ¡Eso no está bien, Laurita! ¡O lo dejas o te casas con él!

—¡Pero solo nos estamos conociendo! ¡Quizá no congeniamos!

—¡Seis meses es suficiente! —agitó las manos su madre—. ¡En mi época se decidía en un mes!

El timbre cortó la discusión. Su madre se arregló y fue a recibirlos. Laura se quedó en la cocina, agarrándose a la encimera.

—¡Pasen, pasen! —su madre sonaba radiante—. ¡Aquí está nuestra Laurita!

Entraron Jorge y sus padres. Su padre, Javier Miren, un hombre robusto, parecía incómodo. Miren, en cambio, miró a Laura con evaluación.

—¡Nuestra novia! —anunció su madre—. ¡Aunque ya os conocéis!

—Hola —murmuró Laura, sintiéndose como un producto en escaparate.

Jorge no parecía mejor. Sonreía tímidamente tras sus padres.

—¡No nos quedemos aquí! —se apresuró su madre—. ¡Pasen al salón, serviré té!

—¿Hablamos primero? —interrumpió Miren—. ¿De forma seria?

Todos se sentaron. Miren miró directamente a Laura.

—Dime, Laura, ¿de verdad quieres casarte con mi Jorge? —preguntó sin rodeos.

Laura se sorprendió. No esperaba tal franqueza.

—Yo… nosotros… —balbuceó.

—¡Miren! —intervino su madre—. ¡Claro que sí! ¡Llevan seis meses juntos!

—Eso no es respuesta —dijo Miren con calma—. Salir y casarse son cosas distintas. Pregunto a la chica.

Laura respiró aliviada. Miren entendía la situación.

—¿La verdad? No lo sé. Con Jorge… nos llevamos bien, pero hasta ayer nunca hablamos de boda.

—¡¿Lo ves?! —exclamó Miren, volviéndose a la madre de Laura—. ¡Y usted me dijo que todo estaba decidido!

—Bueno… pensé… —titubeó su madre—. Si salen juntos…

—Mamá —habló Jorge por fin—. ¿Laura y yo podemos hablar a solas?

—¡Buena idea! —aprobó Javier—. Que decidan los jóvenes. Tomaremos té.

Afuera, caminaron en silencio. Al fin, Jorge habló.

—Laura, estuve pensando anoche. Nunca hablamos de casarnos. Me avergüenza que mis padres vinieranFinalmente, bajo la cálida luz del atardecer, Laura y Jorge se miraron, comprendiendo que el amor verdadero no necesitaba prisas ni presiones, sino solo tiempo para crecer.

Rate article
MagistrUm
Los visitan durante el fin de semana