**Diario de un policía**
Anoche recibimos una llamada inquietante en la comisaría. Un vecino, con la voz temblorosa, insistía en que del caserón abandonado de al lado se escuchaban ruidos extraños. No sabía exactamente qué era, pero pedía a gritos que fuéramos de inmediato.
Envié un equipo con mi compañero, el agente Ruiz, y nuestra perra pastora alemana, Lola. Preguntamos por las calles de Toledo, pero nadie parecía haber notado nada. Solo el señor Martínez, un anciano que vive frente al caserón, mencionó haber oído un gemido apagado por la noche. Pensó que era la televisión del piso de arriba.
Al acercarnos a la casa, el aspecto era desolador: la valla oxidada, la puerta descascarillada, los cristales cubiertos de polvo. Pero al entrar, todo empeoró. En la sala principal, el suelo estaba prácticamente destruido, con tablones rotos y una grieta enorme que se hundía en la oscuridad. El aire olía a humedad, como si la casa fuera a colapsar en cualquier momento.
Lola se detuvo de golpe. Empezó a ladrar frenéticamente, rascando el suelo junto al agujero sin apartar la mirada. No era su comportamiento habitualalgo había allí abajo. Ruiz y yo intercambiamos una mirada. Encendí la linterna y me asomé con cuidado. Al principio, solo vi escombros y tierra. Pero entonces, el haz de luz iluminó algo que me heló la sangre: un hombre.
Yacía inmóvil, enterrado entre los restos del derrumbe, apenas visible bajo la suciedad. Más tarde supimos que era el dueño de la casa. Hace unos días, un temblor sacudió el barrio, y los cimientos del viejo caserón, mal construidos, cedieron. El suelo se abrió bajo sus pies, cayendo y golpeándose la cabeza. Llevaba días allí, atrapado, incapaz de gritar o moverse.
Si no hubiera sido por la llamada del vecino y por Lola, que olfateó su presencia entre las ruinas, ese hombre no habría sobrevivido. Lo trasladaron de urgencia al hospital. Y aquella perra, como bien dijo Ruiz, no solo salvó una vidaliteralmente lo sacó de la tierra.
**Reflexión del día:** A veces, el destino depende de detalles pequeñosun ruido, un aviso, el instinto de un animal. No hay que subestimar las señales, por insignificantes que parezcan.