Lo amo, pero no quiero que el niño se quede sin padre.

Lo amo, pero no quiero que su hija crezca sin padre.

Hola. Me llamo Lucía, y en este momento me encuentro en una encrucijada que no solo define mi vida, sino también la de otras dos personas. Tengo veintinueve años, vivo en Valladolid, trabajo en un pequeño bufete de abogados, tengo amigos, familia… pero mi corazón pertenece a un hombre con quien no puedo estar abiertamente. Y no es solo un drama amoroso. Es un tormento que dura ya un año.

Con Carlos estuvimos juntos tres años. Jóvenes, enamorados, despreocupados. Discutíamos, nos reconciliábamos, hacíamos planes. Yo creía que era el hombre de mi vida, y él decía que sin mí no podía respirar. Éramos felices hasta que un día peleamos por una tontería, algo sin importancia. Los dos explotamos, los dos nos fuimos con orgullo, nadie dio el primer paso. Éramos demasiado tercos y demasiado jóvenes.

Pasaron meses. Yo lo echaba de menos. Miraba el teléfono, esperando un mensaje. No escribí, no llamé, demasiado orgullosa. Hasta que un día supe que había empezado a salir con otra. Una chica de la oficina de al lado, tranquila, callada… y al cabo de unos meses, embarazada. Sentí como si me arrancaran el corazón. Recuerdo quedarme frente a la ventana, con un vacío en el pecho, como si un viento helado se hubiera instalado dentro de mí.

Cuando nació su hija, reuní el valor para llamarlo, solo para felicitarlo. Él guardó silencio un momento, y luego dijo:
—No te imaginas lo feliz que me hace escucharte. ¿Nos vemos?

No supe por qué acepté. Solo quería mirarlo a los ojos. En ese encuentro, casi no hablamos. Nos miramos, en silencio, y en ese silencio estaba todo: amor, dolor, arrepentimiento. Él me tomó la mano, y yo lloré sin decir nada.

Desde entonces, empezamos a vernos. Poco, con cuidado, como si nos diéramos miedo a nosotros mismos. Un año entero así, a escondidas, pero siendo sincera: nunca hubo intimidad entre nosotros. No podía. Cada vez que pensaba en su hija, en que en casa lo esperaba una niña con los ojos de su madre, algo se me encogía por dentro.

Él se quejaba a menudo de que su casa era un infierno. Que con la madre de su hija no lo unía nada más que la pequeña. Que ya no la amaba. Que soñaba conmigo. Y una y otra vez me preguntaba:
—¿Y si me voy? ¿Si vuelvo contigo? ¿Me aceptarías?

Y yo callaba. Porque no sabía qué decir. Porque en ese momento, por mucho que lo amara, no veía solo a un hombre, sino a un padre. Y a una niña, Sofía, que aún no sabe hablar pero ya reconoce la sonrisa de su papá, el olor de su chaqueta, sus abrazos antes de dormir.

¿Cómo puedo destruir eso? ¿Cómo puedo ser la razón por la que una niña crezca sin su padre cerca?

Sí, quizás ellos no se amen. Quizás vivan juntos solo por la niña. Pero, ¿es eso un crimen? ¿Cuántas familias así hay, y siguen adelante? Algunos lo solucionan con el tiempo, otros aprenden a quererse de nuevo… ¿Y si yo destrozara esa familia? ¿Podría ser feliz sabiendo que Sofía crece sin su padre?

Tengo miedo. Me duele. Sueño con él, me duermo pensando en él, no puedo mirar a otros hombres. No quiero a nadie más que a él. Es mi aire. Pero no sé si tengo derecho a esa felicidad.

A veces pienso: ¿y si en lugar de Sofía fuera yo? ¿Si otra mujer se hubiera llevado a mi padre, cómo me habría sentido? Recuerdo demasiado bien lo que fue crecer sin él. Y no quiero que nadie más pase por eso.

Carlos espera una respuesta. Habla cada vez más de dejar a esa mujer. Me pide:
—No te calles. Dime qué quieres. Lo dejo todo. Solo dime…

Y yo… no sé qué decir.

No sé qué es lo correcto. La razón me dice una cosa: dejarlo estar. No interferir, no destruir, ser fuerte. Pero el corazón… el corazón se deshace por él, grita, suplica que no lo suelte.

Si estás leyendo esto, si has pasado por algo parecido, dime: ¿qué debo hacer? ¿Se puede construir la propia felicidad sin destrozar la de otro? ¿O acaso el amor siempre le hace daño a alguien?

Lo amo. Pero no quiero que su hija crezca sin padre.
Y parece que, por primera vez en mi vida, tengo miedo de verdad.

Rate article
MagistrUm
Lo amo, pero no quiero que el niño se quede sin padre.