Llevé a mi novio a casa y mi perro comenzó a comportarse de manera extraña, ladrando y saltando: luego descubrí la razón detrás del peculiar comportamiento de mi mascota.

Hace unas semanas conocí a un chico. Agradable, encantador, atento parecía salido de las páginas de una novela. Me regalaba flores sin motivo, me enviaba mensajes dulces cada mañana, me cortejaba con elegancia. Estaba segura: era él. Mi persona.
Lo llevé a mi casa y mi perro empezó a comportarse de forma extraña: ladraba y saltaba sin parar. Después descubrí la razón.
Ya habíamos estado juntos en su casa varias veces, así que cuando me propuso venir a la mía, acepté sin dudarlo. Vivo sola, excepto por mi perro tranquilo y cariñoso, que nunca le había ladrado a nadie, ni siquiera al cartero.
Pero cuando entramos al patio, el perro enloqueció. Ladraba furioso, con las orejas gachas, saltando sin parar. Me desconcerté. Nunca lo había visto así.
No le gusta tu energía dije bromeando para aliviar la tensión.
Mi novio sonrió forzadamente, pero noté su incomodidad.
¿Podrías encerrarlo? No vaya a morderme murmuró.
No te preocupes, nunca lo hace. Tal vez no le gusta tu colonia contesté mientras llevaba al perro adentro. Lo dejé encerrado en la cocina, pero no se calmó. Arañaba la puerta, aullaba y ladraba como si sintiera peligro.
Mi novio dijo que se sentía incómodo, que no podía quedarse y se fue.
Después desapareció. No respondió llamadas ni mensajes. Nada. Una semana más tarde descubrí algo terrible y entendí por qué mi perro actuó así.
Días después lo vi en las noticias. Lo arrestaron. Estaba bajo la influencia de drogas, manejó ebrio y atropelló a alguien en un cruce peatonal.
Quedé paralizada, con el teléfono en la mano. Solo una pregunta daba vueltas en mi mente: ¿qué habría pasado si mi perro no lo hubiera olido? ¿Si se hubiera quedado? ¿Si me hubiera quedado dormida mientras él seguía en su realidad alterada?
Desde entonces, nunca dudo de los instintos de los animales.
A veces saben mucho más que nosotros.