¿Llamas ‘mamá’ a tu suegra? ¿Realmente sabes quién es tu verdadera madre?

—¿Le llamas «mamá» a tu suegra? ¿Y estás segura de quién es tu verdadera madre?

Cada vez que escucho a alguien decirle «mamá» a su suegra, se me eriza la piel. No es que sea una mala persona o que me dé envidia. Es que, para mí, esa palabra es sagrada. No se regala a la ligera. Una madre no es simplemente una mujer que se convierte en tu familia por un papel. Una madre es la que te crió, la que pasó noches en vela, la que lloró de impotencia pero, aun así, se levantaba cada mañana para seguir luchando por ti.

Tengo una amiga íntima, Carmen. Somos amigas desde la infancia, fue testigo en mi boda y yo en sus… tres bodas. Hemos compartido mil historias y, pese a los hijos, las mudanzas y los líos de la vida, seguimos ahí la una para la otra. Siempre le digo en broma:
—Bueno, Carmencita, ¿esperamos a que los niños terminen la universidad y nos lanzamos a bailar en la jubilación?

Hace poco, fui a su casa para llevarle unas medicinas porque no podía salir—el coche estaba en el taller. Le entrego la bolsa y me dice con naturalidad:
—No es para mí. Es que mamá no se encuentra bien.

Sonreí, asomé la cabeza a la cocina y, casi por reflejo, solté:
—¡Hola, tía Maribel! ¿Cómo estás?

Y solo cuando la mujer se giró, me di cuenta: no era su madre. Era la suegra, la madre de su tercer marido. Y Carmen, con todo el cariño del mundo, la llamaba «mamá». Igual que hizo con las anteriores.

Me acordé de la primera vez, y de la segunda. Con Jorge, su primer marido, desde el día uno le decía «mamá» a su suegra.
—¿Te has vuelto loca?—le susurré al oído—. ¡No la conoces de nada! ¡No es tu madre!

Ella solo sonrió, como si fuera lo más normal del mundo:
—Es estrategia. A ella le gustará y me aceptará. Y Jorge contento. Todo ventajas.

Lo que no sabía era que esa «mamá» luego le escupiría a la espalda. Cuando Jorge llegaba borracho a altas horas y Carmen llamaba desesperada, la suegra solo suspiraba:
—Pero, hija, ¿qué quieres? Los hombres necesitan desconectar…

Dos años después, divorcio. Tuvieron un hijo, pero ninguna de aquellas «mamás» mostró el menor interés ni por el niño ni por Carmen.

Con el segundo fue distinto. Esa suegra se plantó firme desde el principio:
—Este chaval no te conviene. Llévatelo donde quieras, al orfanato si hace falta. Dinero no hay.

Y ahí estaba Carmen, llamándola «mamá». Hasta que se dio cuenta de que tras esa palabra solo había frialdad y crueldad. Se divorciaron, por suerte, sin hijos de por medio.

Ahora va por el tercer matrimonio, y la historia se repite. Las mismas palabras cariñosas, la misma esperanza ingenua de que, por decir «mamá», la suegra se derretirá y será como una madre.

Pero no. No funciona así.

Hablo con conocimiento de causa. Yo también tengo suegra. Y nos llevamos… bien, pero no es que seamos uña y carne. Nos respetamos de verdad. Podemos hablar de lo que sea, reírnos juntas, ir a recoger aceitunas o criticar una serie. Pero nos llamamos por nuestro nombre. Y eso no nos impide ser más cercanas que muchas familias de sangre.

Porque «mamá» no es un título que se regala por conveniencia. Es como una medalla: hay que ganársela. No se compra con un guiso ni con una sonrisa. Una madre de verdad no es la que llega a tu vida con un marido, sino la que se queda para siempre.

Sí, a veces una suegra termina siendo más madre que la propia madre. Pasa. Pero es raro. Una excepción, no la norma.

Así que, cuando oigo:
—Mamá, ¿quieres un té?
—Mamita, ¿cómo estás hoy?

Me pregunto siempre lo mismo: ¿es amor… o solo costumbre de fingir?

Rate article
MagistrUm
¿Llamas ‘mamá’ a tu suegra? ¿Realmente sabes quién es tu verdadera madre?