Las personas más queridas: Un relato sobre la familia, los nietos, la merienda y las segundas oportunidades en la vida de Ana y Pablo, una pareja de abuelos madrileños que, rodeados de sus nietos y recuerdos, descubren la verdadera felicidad en los lazos familiares y en la calidez de su hogar.

Las personas más queridas. Relato

Así son las cosas; podrían haber sido distintas. A veces el destino gira y se acomoda de formas inverosímiles. La vecina no deja de asombrarse de la suerte que han tenido. Sus hijos les acompañan, sus nietos les visitan sin falta.

Hoy también viene el nieto mediano, Álvaro. El abuelo se ocupa de enseñarle matemáticas. Y en las barras del parque de su calle, también le va enseñando a hacer dominadas.

Apenas pasan de los setenta Carmen Ramírez y Pablo Alarcón. ¡Aún jóvenes! Y tienen tres nietos encantadores.

La tarde anterior, entre risas y ayuda de sus nietas, la pequeña Lucía y la mayor, Rosario, Carmen se puso a hornear unas rosquillas. Así tendrían con qué acompañar el té, y por supuesto agasajar al nieto mediano, Álvaro.

Carmela, nos hace falta un globo terráqueo despertó a Carmen la voz de su marido. Álvaro y Lucía no se aclaran nada bien con el mapa. ¡Debe ser uno grande!

Y también un balón, pensaba Pablo. Vieron juntos, en el parque, a unos chicos jugando al baloncesto, y ahora Álvaro sueña con eso.

Llaman al timbre. Es Álvaro, que vuelve del instituto:

¡Hola, abuela! ¡Hola, abuelo! He comprado vuestras napolitanas de chocolate favoritas, que pasan justo por la panadería de siempre.

Se quita el abrigo y se lava las manos, como la abuela siempre le enseñó.

¿Y qué tal en clase, hijo? pregunta Pablo con una sonrisa. ¿Notas nuevas?

Abuelo dos cincos en mates. Tú me ayudas, ¿verdad? los ojos de Álvaro no logran esconder el disgusto. Es que me hago un lío, abuelo

¿Pero qué ocurre? Si la otra vez ya lo hemos repasado todo, ¿no? Anda, vamos juntos, lo desliamos en un segundo.

Deja que coma primero, Pablito, que acaba de llegar intervino Carmen, poniendo la mesa.

Pues a mí sírveme un buen plato de cocido con mucho chorizo, que hoy tengo hambre Pablo le guiñó el ojo a su nieto.

Después de comer, Álvaro y Pablo se marchan con los libros y las ganas de solucionar problemas. Carmen, desde la puerta, los observa con dulzura.

Ya no queda nada para que empiece la temporada de veraneo. ¡Qué dicha! El aire del pueblo, limpio y dulce. Los nietos pequeños, Lucía y Álvaro, van con ellos a la casa del campo. Rosario, la mayor, sólo logra escaparse los fines de semana con sus padres. Está creciendo, casi diecisiete años ya.

Rosario estudia en la escuela de enfermería; hace prácticas en el hospital y le encanta. Sueña con ser doctora, ayudar a los demás. Es una muchacha buena, de gran generosidad y fuerte espíritu. Seguro que logrará lo que se proponga.

Carmen se acerca al aparador y toma entre sus manos un marco plateado con una foto:

Ay, hijo mío, Diego Si supieras cómo vivimos hoy. Perdónanos, hijo, quizá fuimos nosotros; quizá en algo fallamos. No supimos ayudarte, no lo conseguimos, no pudiste tú Carmen levanta la barbilla y parpadea. No, hijo, no lloro. Espero y creo que desde donde estés ves cómo estamos ahora, y te alegras. La vida, tan extraña, mezcla de todo. Alegrías y tristezas. Poco te dio tiempo a ver, hijo. Pero ya no hay más que decir. Demasiado tarde para cambiar nada.

Carmela, ¿no oyes? Han llegado Julia y Manolo. Y viene Lucía con ellos.

¡Abuelita! la pequeña Lucía se le lanza al cuello a Carmen, la abraza con sus manitas cálidas y rientes.

Mírame bien, abuela Lucía toma el rostro de Carmen entre sus manos, ¿ves qué peinado tan bonito tengo? Como el tuyo. Porque me parezco a ti. Te quiero muchísimo, abuela la abraza más.

Hija, no avasalles a la abuela Julia y Manolo sonríen mirando la escena. ¿No decías que traías un regalo?

Ay, abuela, espera Lucía baja de los brazos, rebusca en el bolso de mamá y saca un folio a colores. Mira, esto lo he pintado en la escuela. Eres tú, el abuelo, mamá, papá, Rosario, Álvaro ¡y yo! Para vosotros. ¡Somos una familia grande! ¿Te gusta?

Muchísimo. ¡Y qué bien nos has retratado! Pablo, ven a ver el regalo de la nieta. Voy a enmarcarlo para mirarlo todos los días. ¡Qué maravilla, toda la familia!

Bueno, Carmen, tenemos que marchar. Álvaro, ¿tienes ya la mochila lista? Carmen, Pablo, venid mañana a comer a casa. Los niños han montado una función para vosotros. Bueno, nos vamos, gracias. Mañana más.

La puerta se cierra. Carmen y Pablo se sientan a tomar el té.

Qué suerte la nuestra, Pablo, de tener una familia tan grande.

Sí, Carmela

¿Recuerdas cuando Diego nos trajo a Julia a casa? Qué alegría pensé, que quizá Diego sentaría cabeza. Todo un año estuvimos tranquilos. No cabía en mí de felicidad. Pero luego, volvió todo como antes. Aquellos amigos esas compañías

No sigas, Carmen. Pablo la abraza.

Y después Julia se marchó. Y a Diego… una pelea, una navajada… Se nos fue nuestro hijo.

No estés así hoy, Carmela Pablo le seca las lágrimas.

Es que Lucía me ha dado su dibujo y sólo puedo pensar en el milagro de haber hallado a Julia embarazada, cuando Diego ya no estaba. Y luego que encontrara a Manolo, y tuviéramos, además de Rosario, a Álvaro y Lucía. Son tan nuestros, como si siempre lo hubiesen sido.

Y, ¿sabes? Si teníamos que pasar tantas pruebas, puedo asegurarte que somos los abuelos más dichosos bajo el sol.

Nuestra familia grande, son las personas más queridas.

Donde hay amor y palabra compartida, no hay tristeza que dure.

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MagistrUm
Las personas más queridas: Un relato sobre la familia, los nietos, la merienda y las segundas oportunidades en la vida de Ana y Pablo, una pareja de abuelos madrileños que, rodeados de sus nietos y recuerdos, descubren la verdadera felicidad en los lazos familiares y en la calidez de su hogar.