Mi hija está desesperada: lágrimas y búsqueda de sentido en la vida
Soy madre de dos niños: un hijo y una hija. Llevo muchos años viuda. Mi esposo llegó a conocer a nuestros nietos, pero, lamentablemente, falleció antes de que nuestros hijos decidieran casarse.
En nuestra familia siempre se han respetado las tradiciones. Creíamos que si dos personas se querían y deseaban estar juntas, el matrimonio era esencial, ya fuera civil o religioso.
No obstante, mis hijos tenían otra perspectiva. Cada vez que intentaba persuadirles para formalizar su relación, ellos solo se reían, diciendo que mis creencias eran anticuadas. Me aseguraban que su amor no necesitaba de sellos ni ceremonias, que un papel no cambiaría sus sentimientos.
Pero, tristemente, la vida confirmó mis temores de la forma más cruel.
Una mañana temprano escuché golpes en la puerta. Mi hija Ana estaba allí. Con una mano sostenía una maleta, con la otra guiaba a su hija de tres años, y junto a ella dormía un bebé en el carrito. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
— Mamá, ¿puedo quedarme contigo un día con los niños? Sergio nos echó… Tiene a otra… — su voz temblaba.
Quedé conmocionada. ¿Cómo pudo hacerle eso? ¡Ana le había dado dos hijos maravillosos! Quería ir inmediatamente a confrontarlo y pedirle explicaciones. Pero al ver el estado de mi hija, la abracé, la besé y decidí no abordar el tema en ese momento.
Ana se graduó en magisterio, pero nunca llegó a trabajar. Sergio, su pareja, insistió en que se quedara en casa:
— No necesito tu dinero. Quiero llegar a un hogar acogedor, comer comida casera, llevar camisas limpias. Yo proveeré para nuestra familia.
Decidí llamar a Sergio. Le pregunté sobre la familia, sobre el futuro. Él respondió con calma:
— Mi corazón ahora pertenece a otra. Ayudaré a los niños, pero Ana es parte de mi pasado.
Desde entonces, nos envía una pequeña cantidad cada mes. Mi pensión apenas alcanza para todos nosotros. Ana está deprimida, llora constantemente y no encuentra sentido al futuro.
Ahora comprende la importancia de formalizar la relación. El matrimonio no es solo un símbolo de amor, sino una protección, especialmente para las mujeres.
Me dirijo a todos los padres: convenzan a sus hijos de la importancia del matrimonio. Esta “moda” de convivir sin compromisos puede llevar a tragedias. La familia debe basarse en tradiciones y leyes. Solo así podemos proteger a nuestros hijos y nietos de desgracias similares.