Pues mira, la semana pasada mi suegra, Carmen López, soltó una bomba que casi me deja sin habla. Resulta que este verano se lleva a sus nietos de su hija Laura —Pablo y Sofía— a la casita del pueblo, pero a nuestra hija Martina, que tiene seis años, ¡ha decidido traérnosla a nosotros todo el verano! ¡Y sin consultarnos ni pizca! Cuando mi marido Javier y yo intentamos protestar, Carmen se limitó a resoplar: *”Es justo, Elena, no puedo llevarme a todos los nietos al pueblo.”* ¿Justo? ¿Ahora nuestra vida gira en torno a sus *órdenes reales*? Aún me hierve la sangre, y necesito contártelo porque si no, voy a explotar.
Todo empezó hace unas semanas, cuando mi suegra llamó y soltó sus *planes* como si nada. Al principio ni caí. *”Elenita —me dice—, este año me llevo a Pablo y a Sofía al pueblo. Ya son mayores, son más fáciles, y Martina se queda con vosotros.”* Al principio pensé que era broma. Martina ADORA la casita de Carmen —tiene un huerto, columpios, un río cerca—. Todos los años pasaba unas semanas allí, y Javier y yo estábamos encantados: Martina feliz, nosotros descansando. ¿Pero que ahora decida no llevársela y soltárnosla como un paquete? ¡Eso ya es demasiado!
Le dije a Javier: *”¿Has oído lo que se le ha ocurrido a tu madre? ¿Desde cuándo decide por nosotros?”* Él, como siempre, intentó suavizarlo: *”Elena, mamá quiere pasar tiempo con los hijos de Laura. Y Martina estará bien aquí, nosotros podemos con ella.”* ¡Claro que podemos! Pero no es eso. ¿Por qué Carmen no nos preguntó? Tenemos nuestros planes de verano: queríamos coger vacaciones e irnos con Martina a la playa. ¿Y ahora qué? ¿Cancelamos todo porque a ella le apetece? Y lo de *”es justo”*… ¡Como si nos hiciera un favor!
Intenté hablar con ella directamente. *”Carmen, ¿por qué no lo comentaste? Martina adora el pueblo, y contábamos con que iría, como siempre.”* Y ella, tajante: *”Elena, no empieces. Pablo y Sofía llevan tiempo sin ir, así que los llevo. Martina es vuestra, así que ocupaos.”* Casi se me cae el móvil. ¿Ocuparnos? ¿Ahora Martina no es su nieta? ¿Y por qué los hijos de Laura son los preferidos? Sé que Laura vive más cerca del pueblo, y Carmen siempre está más pendiente de sus hijos. Pero dejarlo tan claro… ¡Qué descaro!
Intenté explicarle que tenemos planes, que Martina se va a sentir mal… Pero me cortó: *”Elena, no exageres. Martina se queda en casa, y yo no soy de goma, no puedo con todos.”* ¿De goma? ¡Nadie le pidió que lo fuera! Nosotros nunca la hemos agobiado, siempre lo hablamos. Pero ahora nos planta la decisión ahí. Javier, en vez de apoyarme, se limita a encogerse de hombros: *”Mamá sabe lo que hace, Elena. No os peleéis.”* ¿Que no me peleé? ¡Estoy a punto de cargar a Martina en el coche y llevarla al pueblo a ver cómo le dice que no a su nieta en la cara!
Lo peor es por Martina. Ya pregunta: *”Mamá, ¿cuándo vamos al pueblo con la abuela? Quiero los columpios y coger fresas.”* No sé qué decirle. ¿Que la abuela ha elegido a otros? Es una niña, no lo entenderá, pero le dolerá. No quiero que se sienta menos querida. Hasta le propuse un trato a Carmen: que se lleve a los tres un mes y nosotros pagamos los gastos. Pero ni caso: *”Elena, ya está decidido. No me líes.”* ¿Que no la lie? ¿Ahora sobro en la vida de mi hija?
Hablé con Laura, por si convencía a su madre. Pero solo se lavó las manos: *”Elena, mamá decide. Pablo y Sofía llevan pidiendo ir al pueblo, y Martina es pequeña, en casa estará bien.”* ¿Pequeña? Martina solo tiene un año menos que Sofía, ¿qué diferencia hay? Me di cuenta de que Laura no moverá un dedo —a ella le viene genial que prefieran a sus hijos—. Y Javier y yo tenemos que lidiar con esta *justicia* de mi suegra.
Ahora no sé qué hacer. ¿Irnos a la playa como queríamos? Pero me duele que Carmen haya apartado a Martina así. ¿Poner a Javier contra las cuerdas para que enfrente a su madre? Pero sé que evita discutir con ella. Dice: *”Elena, es mi madre, quiere a Martina, solo busca equidad.”* ¿Equidad? ¿Llevarse a unos y dejar a la otra como un bolso olvidado?
Aún no tengo clara la solución. Pero sé que no dejaré que Martina se sienta menos. Si Carmen cree que puede repartir *justicia* a su gusto, se equivoca. Haré que este verano sea inolvidable para ella, con pueblo o sin él. Y a mi suegra le recordaré que sus nietos no son solo los de Laura. Si quiere ser la abuela de TODOS, que aprenda a dialogar, no a mandar. Mientras, intento no explotar con tanta *equidad* y pensar cómo explicarle a Martina por qué la abuela ha sido así de… especial.