La suegra critica todo: desde mi vestido hasta nuestra casa

La suegra critica todo: desde mi vestido hasta nuestro piso

Lucía y su marido Alejandro viven temporalmente con sus padres en una casita en las afueras de Valladolid. Es una medida necesaria: los jóvenes pidieron una hipoteca para un piso nuevo y llevan tres años pagándola sin falta. Pero sus sueños de una vida familiar feliz se ven empañados por la suegra, cuya intromisión convierte cada día en un suplicio.

Desde el principio, Lucía se negó a vivir bajo el mismo techo que la madre de Alejandro, Carmen María. Sus personalidades son como el agua y el aceite. “Es de esas personas que nunca están contentas con nada —se queja Lucía a su amiga—. Hasta el sol le molesta si no brilla como ella quiere. Con gente así es imposible. Intento callarme, no discutir, pero mi paciencia tiene límites. Critica todo lo que hago y ya no aguanto más sus reproches”.

Para la boda, los padres de Lucía les regalaron 50.000 euros para la entrada de la hipoteca. El padre de Alejandro le dejó un pequeño estudio en un piso compartido del centro, y Carmen María añadió 10.000 euros más. Con eso pudieron comprar un piso en una promoción nueva. Esperaron a que la constructora terminara las obras y ahora están listos para mudarse, más aún porque Lucía está embarazada. “Pronto tendremos nuestra propia familia y nuestro hogar —sueña ella—. Nos iremos de casa de mis padres y todo mejorará”. Pero el acabado de la constructora no fue perfecto. “Las instalaciones están bien, pero el papel pintado se despega en algunas zonas y el parquet cruje. Son detalles, pero arreglarlos lleva tiempo y dinero”, suspira Lucía.

Carmen María, nada más pisar el piso nuevo, soltó una avalancha de críticas. “¡Esto no es un acabado, es una chapuza! ¡Con lo que habéis pagado podíais tener un palacio! ¡Y las vistas son espantosas!”, exclamó. Lucía se encogió de hombros. A ella le encantaba la vista del parque, el patio de vecinos y la zona de juegos infantiles. “¿Acaso miramos a un vertedero? ¿Qué más quiere?”, piensa, desconcertada. La suegra siempre ha sido así: en la boda le disgustó el vestido de Lucía, antes de casarse criticó los anillos de compromiso, y ahora el piso. “Entiendo por qué su primer marido se largó. Con ese carácter, ningún hombre aguantaría. Ni siquiera su vida sentimental la tiene resuelta —todo le parece mal—”, comenta Lucía con amargura.

Pero el infierno empezó cuando la suegra se enteró de que querían reformar el piso. Cada mañana llama con preguntas sarcásticas: “¿Y qué, os habéis mudado ya? Ah, claro, como sois millonetis, ¡os ponéis a reformar! ¿Cómo vivíais antes sin tanto lujo?” Lucía perdió los nervios una vez y le espetó: “Hacemos la reforma con nuestro dinero, esos 10.000 euros tuyos ya se gastaron. ¡Deja de llamarnos!” Carmen María contraatacó, recordándole los euros y el estudio del padre de Alejandro, que no tenía nada que ver con ella. “¡Si te arrepientes tanto, te lo devolvemos todo!”, le soltó Lucía. La suegra se echó a llorar, diciendo que si Alejandro la abandonaba así, lo borraría de su vida.

Su amiga, al escucharla, le preguntó: “¿Y qué dice Alejandro?” Lucía suspiró: “Dice que conoce el carácter difícil de su madre, pero que es su familia y hay que aguantar. Él lo evade, pero yo ya no soporto más”. La madre de Lucía intentó hablar con Carmen María, pero ella no cedió: “Mi Alejandro se va a dejar la espalda pagando la hipoteca y la reforma mientras la novata está de baja maternal. Cuando el niño crezca, ya haréis cambios. ¿Para qué endeudarse más?”

La amiga de Lucía soltó una teoría inesperada: “Mientras estés en casa de tus padres, ella no puede colarse a menudo. Pero en cuanto os mudéis, empezará a vigilar”.

Lucía se da cuenta de que si la suegra empieza a controlar cada día lo que cocina, cómo limpia o si llevan una vida “correcta”, será insoportable. “No se preocupa por su hijo, sino por ella. Necesita tener el control”, comenta su amiga. Esta idea aterra a Lucía. Si Carmen María empieza a aparecer cada día con la excusa de “ver al nieto”, su vida será un infierno.

Lucía está desesperada. No sabe cómo proteger a su familia de su suegra sin pelearse con Alejandro. Aguantar sus ataques eternamente no es una opción, pero un conflicto abierto podría romper su matrimonio. ¿Cómo salir de esta? ¿Alguna idea? ¿Habéis pasado por algo parecido?

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