**Historia de una suegra.** —No van a creer con quién acabo de encontrarme—
Lucía entró corriendo a casa, se lavó las manos rápidamente y fue directo a la cocina. Sus padres ya estaban sentados a la mesa.
La joven se disculpó por llegar tarde a la comida y comenzó a contar con emoción su gran noticia. «No se lo van a creer, pero acabo de conocer a la novia de mi hermano. Es preciosa, alegre, pelirroja… un sol. Se llama Lola. Trabaja en el lavadero de coches donde llevamos el nuestro. Ahí se conocieron. Parece que esto va en serio. ¡Qué bien!», decía sin parar. Fernando, el padre de Lucía, alzó la cabeza del plato y, sonriendo, comentó que era una buena noticia, porque ya empezaba a dudar de la orientación de su hijo. La madre, Carmen, se molestó por el comentario de su marido y se entristeció al saber que su hijo había encontrado novia en un lavadero.
«¿Pero quién trabaja en esos sitios? Solo gente a la que no la han tomado en ningún otro lado. Sin estudios, sin modales, sin educación. Y, además, ninguna es tan guapa como para merecer a mi hijo. Todas igual: lavacoches. Ninguna le llega a la suela de los zapatos», se quejaba Carmen sin calmarse. Fernando no estuvo de acuerdo y defendió a las chicas: «No digas eso. Cada persona es diferente. Quizá la chica solo trabaja ahí mientras estudia. No está mal que alguien quiera ganarse la vida. Así sabe lo que valen los euros y no le pedirá dinero a nuestro hijo, si ella misma trabaja. Tú siempre juzgas sin conocer. Quizá es encantadora. No creo que nuestro hijo se fije en cualquiera». Pero Carmen seguía en sus trece: «Iré a ver a esa belleza. A ver con qué ha embrujado a mi hijo. Haré que la despidan. No tiene derecho a mirar a chicos de buena familia. Que busque a alguien de su nivel».
Al día siguiente, Carmen fue al lavadero. Nada más entrar, armó un escándalo. Gritó pidiendo que llamaran a una tal Lola, que andaba colgada de su hijo. Exigió que la despidieran por liarse con los clientes. Pero Marina, la chica que la atendió, le dijo que no conocía a nadie con ese nombre, que quizá trabajaba en otro turno, y le sugirió volver al día siguiente. Carmen, por supuesto, quería humillar en el acto a esa «indecente» de Lola y echarla del lavadero con vergüenza. Pero no tuvo más remedio que irse con el rabo entre las piernas. Aun así, prometió regresar.
Marina se acercó a Lola y le advirtió que no era buena idea involucrarse con clientes, pues podían despedirla por eso, incluso estaba en el contrato. Pero Lola le explicó que llevaba un año saliendo con Pablo. Al principio, ella no quería ni hablar con él, pero él insistió. Ahora él quería presentarla a sus padres, pero ella prefería esperar: primero terminar la universidad, encontrar un buen trabajo y luego conocerlos.
Necesitaba ese empleo porque estudiaba y vivía en una residencia, y no quería pedir dinero a sus padres. Marina prometió no decir nada al jefe, pero le pidió a Lola que hablara con su novio para que calmara a su madre.
Esa noche, Pablo llegó a casa y, con voz firme, le dijo a su madre: «¿Qué pretendes? ¿Quieres que rompa con Lola? Solo trabaja ahí temporalmente. Además, cualquier trabajo es digno. No la conoces. Es buena e inteligente. La quiero, y si vuelves al lavadero, me iré de casa. Alquilaremos un piso juntos y no nos verás más. No te metas en mi vida. Me quiero casar con ella, y punto». Carmen no respondió. Sabía cómo era su hijo: no daba ultimátums en vano. Si lo decía, lo haría. No quería perderlo, así que decidió no volver.
Pasaron dos años, y Pablo y Lola se casaron. A los invitados les encantó la boda. Carmen, orgullosa, comentó que su nuera había ayudado a organizarlo todo. Resultó ser una chica guapísima y muy lista. Se graduó con matrícula, consiguió un buen puesto y ganaba igual que su hijo. Además, esperaban un bebé. Lola estaba de tres meses. Pablo casi tuvo que rogarle para casarse, pues ella prefería vivir juntos sin papeles. Menos mal que Carmen hizo lo correcto y no interfirió.
Fernando se acercó a su mujer y la invitó a bailar. Le susurró al oído lo afortunado que era—como su hijo—y se unieron a los recién casados en un vals.
¿Y tú qué opinas? ¿Debería una madre elegir la novia de su hijo?