— Arturo, ¿qué te pasa? Pareces nublado — le dio una palmada en el hombro Santi cuando salían del gimnasio.
— Mi vida se va al traste, y yo hago como si todo estuviera bien — respondió Arturo sin levantar la mirada.
— Vamos al bar, pídete un café y me lo cuentas. Sé que es algo serio.
Entraron en una cafetería cerca del club deportivo, pidieron un café con leche y una porción de tarta de queso. Santi comenzó a relatar cómo él y su mujer estaban eligiendo un carrito para su bebé recién nacido, riéndose de los momentos graciosos. Pero Arturo solo asentía, ausente.
— ¿Dónde estás? Te cuento cosas y pareces que estás en un funeral — dijo Santi, perdiendo la paciencia.
Arturo respiró hondo y entrelazó los dedos:
— Sabes que Lucía tiene una hija, Marta. Cuando empezamos a salir, la niña solo tenía dos años. Todo este tiempo ha vivido con los padres de Lucía en Valladolid. Ella les mandaba dinero, los visitaba, pero siempre decía que sería su abuela quien criaría a la niña. Incluso cuando nos casamos y nos mudamos a Madrid, insistía: «Somos nosotros dos, y así será siempre». Pero hace seis meses trajo a Marta a vivir con nosotros. Dijo que era más cómodo: el colegio cerca, todo a mano… Pero a mí no me hace feliz. Me molesta. No quiero vivir así.
Santi guardó silencio un momento antes de contestar con un suspiro:
— Mira, tú sabías que ella tenía una hija. ¿De verdad creíste que la niña viviría siempre lejos y nunca estaría aquí?
— ¡Sí, lo sabía! Pero Lucía me lo prometió. Dijo que Marta estaría con su abuela. Y ahora la tengo todo el tiempo delante, molestando, pidiendo atención. Amo a Lucía, pero no puedo fingir que esa niña es también mi hija.
— Entonces, o la aceptas como tuya o te vas con la verdad por delante. No hay medias tintas en esto. Si quieres estar con Lucía, ama también a Marta. O deja el paso libre a alguien que sí pueda hacerlo.
De vuelta a casa, Arturo repasó la conversación. Recordó cómo Lucía le había pedido que llevara a Marta a sus clases de ballet, cómo esperaba que se llevaran bien. Y él, en cambio, se enfadaba, se molestaba, la evitaba. Hoy le había tocado llevarla a danza. Aceptó, pero fue en silencio. Marta intentó hablarle, contarle lo bien que pintaba en clase, lo emocionada que estaba por la Navidad.
— Arturo, ¿no me quieres? — preguntó de repente.
— ¿Por qué dices eso? — respondió él sorprendido.
— Pues no me hablas, no me sonríes… ¿Te caigo mal? Es que en mi clase hay un niño que no me gusta, no somos amigos. Igual nos pasa a nosotros…
No le dio tiempo a responder; llegaron a la academia. Pero sus palabras le clavaron el corazón. No pudo pensar en otra cosa. Esa noche, mientras Lucía acostaba a Marta, se acercó:
— Lucía, ¿Marta volverá con su abuela? Quiero decir… ¿quizá después de Reyes?
Ella se giró, desconcertada:
— ¿En serio? Llevamos seis años casados. Sabías de Marta desde el principio. Es mi hija. Ahora debe estar conmigo. Mi madre ya no puede, está mayor. Y una niña necesita a su madre. ¿Qué es lo que no te gusta?
— No era nuestro acuerdo. Yo esperaba que tuviéramos hijos juntos, no criar a una niña que no es mía. Lo siento, pero no la siento como mía.
Lucía palideció. Apartó las manos del alféizar y dio un paso atrás:
— ¿Que no es tuya? ¿De verdad? Seis años juntos, hablando de futuro, de amor… ¿y ahora mi hija te molesta? Necesito pensarlo. Esta noche duermes en el salón.
Arturo se tumbó en el sofá, pero no pudo dormir. Sus pensamientos revoloteaban como pájaros asustados. Sabía que Lucía tenía razón, pero también sentía dolor, como si lo hubieran traicionado. Él creyó en unas reglas, y ahora todo había cambiado.
Antes del amanecer, soñó con Marta: corría hacia él, riendo, lo abrazaba, él la levantaba en brazos y giraba con ella mientras ella susurraba: “Papá”. Se despertó sudando frío. Algo en ese sueño le había llegado más hondo de lo que esperaba.
Se levantó, se miró al espejo. La respuesta era clara: o aceptaba a la niña y se convertía de verdad en parte de esa familia, o se iba antes de destruir todo. La elección era suya.
A veces, el amor no es solo elegir a una persona, sino abrazar todo lo que viene con ella.